Page 54 - El cazador de sueños
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           —Como se imaginará, no puedo llamar a nadie —dijo Jonesy—. Por aquí cerca no
           pasa  ninguna  línea  de  teléfono.  Lo  único  que  tenemos  es  un  generador  para  la

           electricidad.
               McCarthy, que sólo asomaba la cabeza del edredón, asintió con ella.
               —Sí, lo he oído, aunque al perderse se oyen cosas muy raras. Qué le voy a decir.

           A ratos parece que tengas el ruido a la izquierda o la derecha, luego estás seguro de
           que viene de detrás, piensas que es mejor volver…

               Jonesy  asintió,  si  bien,  a  decir  verdad,  lo  ignoraba.  Nunca  se  había  perdido,  a
           menos que se contara como tal la semana de después del accidente, pasada en una
           bruma de medicamentos y dolor.
               —Estoy  pensando  qué  es  lo  mejor  —dijo  Jonesy—.  Supongo  que  llevarle  en

           coche cuando vengan Pete y Henry. ¿Cuántos eran en el grupo?
               McCarthy, por lo visto, tenía que pensárselo. Ello, sumado a su andar inestable,

           fortaleció la impresión de Jonesy de que estaba en estado de shock. Le extrañó que
           bastara una noche de extravío en el bosque. Se preguntó si a él también le habría
           afectado tanto.
               —Cuatro —dijo McCarthy después de ese minuto de reflexión—. Como ustedes.

           Cazábamos  en  parejas.  Yo  iba  con  un  amigo  mío,  Steve  Otis.  Somos  los  dos
           abogados,  de  Skowhegan.  Los  cuatro  somos  de  Skowhegan,  y  a  esta  semana…  le

           damos mucha importancia.
               Jonesy asintió sonriendo.
               —Sí, nosotros también.
               —Debí de despistarme. —El hombre sacudió la cabeza—. No sé. Oía a Steve a la

           derecha, de vez en cuando veía su chaqueta entre los árboles, y de repente… No sé.
           Debió de írseme el santo al cielo. El bosque es ideal para pensar. El caso es que me

           quedé  solo.  Debí  de  intentar  retroceder  por  el  mismo  camino,  pero  se  hizo  de
           noche… —Volvió a sacudir la cabeza—. Se me mezcla todo en la cabeza, pero tengo
           claro que éramos cuatro: yo, Steve, Nat Roper y la hermana de Nat, Becky.

               —Deben de estar con los nervios de punta.
               Al principio McCarthy puso cara de sorpresa, y luego de aprensión. Se notaba que
           aún no lo había pensado.

               —Sí, claro. Seguro. ¡Ay, Dios mío! ¡Seré…!
               Oyéndole,  Jonesy  tuvo  que  aguantarse  una  sonrisa.  McCarthy  parecía  un
           personaje de la película Fargo.

               —Vaya, que lo mejor sería llevarle. Eso si no…
               —Tampoco quiero molestar…
               —Si  podemos,  le  llevamos.  Lo  digo  porque  ha  cambiado  el  tiempo  tan  de



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