Page 51 - El cazador de sueños
P. 51

—¿Qué es? —preguntó el hombre.
               Jonesy tardó un poco en saber a qué se refería, hasta que, siguiendo la mirada del
           desconocido, vio el artefacto textil que había en la viga central. Tenía muchos colores

           (rojo y verde, con algunas hebras amarillas), y parecía una telaraña.
               —Un atrapasueños —dijo Jonesy—. Es un amuleto indio. Creo que sirve para
           ahuyentar las pesadillas.

               —¿Es suyo?
               Jonesy  no  supo  si  se  refería  a  toda  la  cabaña  (quizá  no  hubiera  escuchado  su
           respuesta anterior) o sólo al atrapasueños, pero la contestación era la misma en ambos

           casos.
               —No, de un amigo mío. Venimos cada año a cazar.
               —¿Cuántos son?

               El  hombre,  tiritando,  con  los  brazos  cruzados  en  el  pecho  y  las  manos  en  los
           codos, miró cómo colgaba Jonesy la chaqueta en el colgador de al lado de la puerta.

               —Cuatro. El dueño es Beaver, que ahora está cazando. No sé si volverá por la
           nieve, o si se quedará. Supongo que vendrá. Pete y Henry han ido al colmado.
               —¿Cuál? ¿Gosselin?
               —Ése. Venga y siéntese.

               Jonesy le acompañó al sofá, que era modular y de una longitud exagerada. Se
           trataba de un diseño con varias décadas encima, pasadísimo de moda, pero no olía

           demasiado  mal  y  no  lo  había  infestado  ningún  bicho.  En  Hole  in  the  Wall  no
           importaba gran cosa el estilo ni el buen gusto.
               —Ahora quédese sentado —dijo.
               Dejó  al  hombre  temblando  en  el  sofá,  con  las  manos  entre  las  rodillas.  Sus

           pantalones  vaqueros  presentaban  el  aspecto  asalchichado  de  cuando  se  llevan
           calzoncillos largos debajo, pero aun así tenía escalofríos. El calor, sin embargo, había

           llamado  al  color.  El  desconocido  ya  no  parecía  un  cadáver,  sino  un  enfermo  de
           difteria.
               Pete y Henry compartían el dormitorio más grande de los dos de la planta baja.
           Jonesy  entró  unos  segundos  para  abrir  el  baúl  de  madera  de  cedro  que  había  a  la

           izquierda de la puerta y sacar uno de los dos edredones de plumas que contenía. Al
           caminar por el salón hacia donde estaba sentado el hombre, muerto de frío, Jonesy se

           dio cuenta de que no le había formulado la más elemental de las preguntas, la que
           habría hecho hasta un niño de seis años que no sabe bajarse solo la cremallera.
               Mientras  desplegaba  el  edredón  a  fin  de  abrigar  al  ocupante  de  aquel  sofá  tan

           desproporcionado, dijo:
               —¿Cómo se llama?
               Y se dio cuenta de que casi lo sabía. ¿McCoy? ¿McCann?

               El hombre a quien Jonesy había estado a punto de pegar un escopetazo le miró,




                                         www.lectulandia.com - Página 51
   46   47   48   49   50   51   52   53   54   55   56