Page 46 - El cazador de sueños
P. 46
plataforma y reaparecer al otro lado. Sin darse cuenta, giró sobre sí para poder seguir
viendo al quejumbroso individuo. Tampoco se había dado cuenta de haber bajado la
escopeta y habérsela apoyado en un lado del cuerpo, tomándose la molestia de poner
otra vez el seguro.
No se dio a conocer. Creía saber por qué: por simple sentimiento de culpa. Tenía
miedo de que al hombre de abajo le bastara con mirarle a los ojos para adivinar la
verdad; que, a pesar de su llanto y de que nevara más que antes, el hombre viera que
Jonesy le había apuntado desde arriba con la escopeta, y que había estado a punto de
pegarle un tiro.
Veinte pasos después del árbol, el hombre se detuvo y se quedó con la mano
derecha en la frente, protegiéndose la vista de la nieve. Jonesy comprendió que había
visto la cabaña. Debía de haberse dado cuenta de que estaba en un camino de verdad.
Entonces cesaron los «ay, Dios mío» y los «Señor, Señor», y el del gorro arrancó a
correr hacia el sonido del generador, oscilando en sentido lateral como si estuviera en
la cubierta de un barco. Jonesy oyó la respiración corta con que se precipitaba el
hombre hacia la cabaña, la espaciosa cabaña con su trenza de humo perezoso saliendo
de la chimenea y desapareciendo casi de inmediato entre la nieve.
Jonesy emprendió el descenso de los escalones clavados al tronco del arce, con la
escopeta colgando del hombro. (Pero no porque se le hubiera ocurrido que el hombre
pudiera entrañar algún peligro. Todavía no. Prefería, simplemente, no exponer a la
nieve un arma de tan buena calidad como la Garand.) Se le había entumecido la
cadera, y, cuando llegó al pie del árbol, el hombre a quien había estado a punto de
pegar un tiro ya había cubierto casi toda la distancia hasta la puerta de la cabaña…
que, lógicamente, no estaba cerrada con llave. En aquellos parajes no cerraba nadie
con llave.
www.lectulandia.com - Página 46