Page 541 - El cazador de sueños
P. 541
17
La entidad que ahora se denominaba a sí misma «señor Gray» (y que se concebía
como tal) tenía un problema grave, pero al menos era consciente de tenerlo.
«Hombre prevenido vale por dos», decía Jonesy. Las cajas del almacén de Jonesy
contenían dichos así a centenares, o a millares. Algunos, al señor Gray, le parecían
incomprensibles (como «cada oveja con su pareja», o «a río revuelto, ganancia de
pescadores»), pero «hombre prevenido vale por los dos» estaba bien.
El mejor resumen de su problema eran los sentimientos que le merecía Jonesy.
Claro que ya era bastante grave tener sentimientos. Podía pensar: «Ahora Jonesy está
aislado y tengo el problema resuelto; le he puesto en cuarentena como querían
ponernos a nosotros los militares. Me están siguiendo, o persiguiendo, pero, como no
me falle el motor o tenga un pinchazo, ninguno de los grupos de perseguidores tiene
muchas posibilidades de cogerme. Les llevo demasiada ventaja.»
Eran datos, verdades, pero insípidas. Lo sabroso era la idea de acercarse a la
puerta que tenía aprisionado a su huésped a la fuerza y gritarle: «¿Qué? Estás jodido,
¿eh? ¿A que te he hecho una putada?» El señor Gray no veía ninguna relación con las
putas, pero, dentro del arsenal de Jonesy, era una bala de calibre emocional bastante
alto, con ecos de infancia profundos y satisfactorios. Después metería entre los
dientes la lengua de Jonesy («que ahora es mía», pensó con innegable satisfacción) y
le haría «una pedorreta de las buenas».
Respecto a los que le perseguían, tenía ganas de bajarse los pantalones de Jonesy
y enseñarles el culo de Jonesy. Tampoco tenía mucho sentido, pero le apetecía.
El señor Gray se dio cuenta de que se le había contagiado el byrus de aquel
mundo. Empezaba por las emociones, progresaba hacia la conciencia sensorial (el
sabor de la comida, el placer salvaje pero indiscutible de hacer que el policía se
partiera la cabeza en la pared de baldosas del lavabo, con aquel «pum, pum, pum»
que sonaba a hueco) y terminaba en lo que llamaba Jonesy «pensamiento elevado».
Al señor Gray le parecía un chiste, como llamar comida reprocesada a la mierda o
limpieza étnica al genocidio, pero el «pensamiento» no carecía de atractivos para un
ser que siempre había formado parte de una mente vegetativa, de una especie de no-
conciencia muy inteligente.
Antes de quedar aislado, Jonesy le había propuesto que renunciara a su misión y
disfrutara siendo humano. Ahora el señor Gray estaba descubriendo el mismo deseo
en su interior, a medida que su mente «no-consciente», que hasta entonces había sido
armónica, empezaba a fragmentarse y se convertía en un guirigay de voces
encontradas, algunas de las cuales querían A, otras B y otras Q al cuadrado y dividido
por Z. Lo previsible habría sido aborrecer tanta cháchara, considerarla una locura,
pero empezaba a descubrir que no, que le iba la marcha.
www.lectulandia.com - Página 541