Page 571 - El cazador de sueños
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El señor Gray empujaba el cuerpo de Jonesy por el sendero que nacía al final de East
Street y recorría la orilla este del embalse. Resbalaba, se caía, cogía las ramas, volvía
a levantarse… Las rodillas de Jonesy estaban llenas de arañazos, y sus pantalones de
agujeros y sangre. Le ardían los pulmones, y le latía el corazón como un martillo
pilón. Sin embargo, lo único que le preocupaba era la cadera de Jonesy, la que se
había roto en el accidente. Era como una bola de calor y palpitaciones que irradiaba
dolor tanto en el muslo y la rodilla como en la mitad inferior de la espalda, por la
columna. El peso del perro empeoraba la situación. Seguía durmiendo, pero lo de
dentro estaba muy despierto y sólo lo retenía la voluntad del señor Gray. En una
ocasión, al levantarse, la cadera se atascó del todo y, para conseguir que se soltara, el
señor Gray tuvo que darle varios golpes mediante el puño de Jonesy, con el guante
interpuesto. ¿Cuánto faltaba? ¿Qué trecho de aquella nieve maldita, asfixiante,
deslumbrante e interminable quedaba por cubrir? ¿Y Jonesy? ¿Qué hacía? ¿Hacía
algo? El señor Gray no se atrevía a dejar suelta el hambre voraz del byrum (no tenía
nada remotamente parecido a un cerebro), aunque sólo fuera para acercarse a la
puerta del despacho y escuchar.
Apareció una silueta fantasmal sobre la nieve. El señor Gray detuvo sus pasos y la
miró sin respirar. Después hizo el esfuerzo de seguir caminando, sujetando las patas
inertes del perro y arrastrando el pie derecho de Jonesy.
Había un letrero clavado al tronco de un árbol: TERMINANTEMENTE
PROHIBIDA LA PESCA DESDE LA CASETA. Otros quince metros y se desviaban
unos escalones del camino. Había seis… no, ocho, y llevaban a la edificación de
muros y base de piedra que se proyectaba en la nada gris donde estaba el embalse.
Sobre el latido acelerado y laborioso de su corazón, los oídos de Jonesy captaron un
ruido de olas chocando con piedra.
Había llegado.
Con el perro bien sujeto, y usando las últimas fuerzas de Jonesy, el señor Gray se
tambaleó por la nieve, escalón a escalón.
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