Page 566 - El cazador de sueños
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con una voz que delataba fatiga—. ¿Por qué considera que tiene que hacer todo el
           camino hasta el tubo 12? ¿Sólo porque lo hizo la rusa?
               —No creo que el embalse sea bastante seguro para sus intenciones —dijo Henry

           —. Habría sido suficiente la torre-depósito, pero el acueducto aún es mejor. Es un
           intestino de cien kilómetros de largo, y el tubo 12 es la garganta. Duddits, ¿podemos
           cogerle?

               Duddits  le  miró  con  unos  ojos  de  cansancio  extremo  y  sacudió  la  cabeza.  El
           disgusto  hizo  que  Owen  se  golpeara  la  pierna.  Duddits  se  humedeció  los  labios  y
           susurró dos palabras roncas. Owen las oyó, pero sin entenderlas.

               —¿Qué? ¿Qué ha dicho?
               —«Sólo Jonesy».
               —¿Qué  quiere  decir?  «Sólo  Jonesy»  ¿qué?  —Supongo  que  sólo  puede  pararle

           Jonesy.
               El Humvee volvió a derrapar, y Henry se cogió al asiento. Sintió una mano fría

           encima de la suya. Duddits le miraba con una intensidad desesperada. Intentó decir
           algo, pero sufrió otro espasmo de tos. Algunas gotas de sangre que le salían por la
           boca eran bastante más claras, espumosas y casi rosadas. Henry pensó que era sangre
           de  los  pulmones.  En  pleno  ataque  de  tos,  Duddits  no  aflojaba  su  presión  sobre  la

           mano de Henry.
               —Piénsamelo —dijo Henry—. ¿Puedes pensármelo, Duds?

               Al principio, la única respuesta fueron la mano fría y la mirada fija de Duddits.
           Después desaparecieron tanto él como el interior caqui del Humvee, con su vago olor
           a cigarrillos fumados a escondidas. En su lugar, Henry ve un teléfono de pago de los
           de antes, con varias ranuras encima para las monedas de veinticinco, de diez y de

           cinco.  Un  murmullo  de  voces  y  un  clac  clac  extrañamente  familiar.  Al  poco  rato
           comprende que es el de las fichas en el damero. Está viendo el teléfono de monedas

           de la tienda de Gosselin, el que usaron para llamar a Duddits después de la muerte de
           Richie Grenadeau. Su autor material fue Jonesy, porque era el único con número de
           teléfono  para  cargar  la  llamada.  Los  otros  se  reunieron  alrededor  sin  quitarse  la
           chaqueta, por el frío que hacía dentro de la tienda. El carcamal de Gosselin no quería

           malgastar la leña, y eso que vivía en pleno bosque, rodeado de árboles. ¡Qué tocada
           de  cojones!  Encima  del  teléfono  hay  dos  letreros.  En  uno  pone:  POR  FAVOR,

           LIMITEN LAS LLAMADAS A 5 MIN. En el otro…
               Se oyó un impacto. Duddits se vio proyectado contra el respaldo del asiento de
           Henry, y este contra el salpicadero. Sus manos se soltaron. Owen había salido de la

           carretera. Estaban en la cuneta con las huellas del Subaru delante, aunque empezaba a
           borrarlas la nieve.
               —¡Henry! ¿Estás bien?

               —Sí. ¿Tú estás bien, Duds?




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