Page 570 - El cazador de sueños
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Haciendo un último y tremendo esfuerzo, Duddits levantó la cabeza, y Henry quedó
consternado al ver que ahora también se le llenaban de sangre los ojos.
Clac. Clac clac. Risas secas de viejos viendo realizar a alguien el mítico triple
salto. Poco a poco volvió a flotar el teléfono en su campo de visión, y los letreros de
encima.
—No, Duddits —susurró Henry—. No te esfuerces. Ahorra energías.
Energías, pero, si no para aquello, ¿para qué?
El letrero de la derecha: POR FAVOR, LIMITEN LAS LLAMADAS A 5 MIN.
Olor a tabaco, olor al humo de la estufa y la salmuera de los pepinillos. Los brazos de
sus amigos rodeándole.
Y el letrero de la derecha: LLAMA AHORA MISMO A JONESY.
—Duddits… —Su voz flotando en la oscuridad. Su vieja amiga—. Es que no sé
cómo, Duddits.
Por última vez, cansadísima pero serena, le llegó la voz de Duddits:
«Deprisa, Henry. Me queda muy poco aguante. Tienes que hablar con él.»
Henry levanta el auricular. Piensa algo tan absurdo (pero ¿no es absurda toda la
situación?) como que no tiene cambio… ni una mísera moneda de cinco. Se pone el
auricular en la oreja.
Se oye la voz de Roberta Cavell, seria, impersonal:
—Hospital General de Massachusetts. ¿Qué desea?
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