Page 563 - El cazador de sueños
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La nieve recién caída resbalaba en grado extremo. Una vez que estuvieron en la
carretera 32, Freddy no tuvo más remedio que bajar hasta sesenta y cinco kilómetros
por hora. Kurtz se llevó un disgusto tan grande que tuvo ganas de gritar, pero lo peor
era que Perlmutter se le escapaba por culpa de una especie de semicoma. ¡Maldición!
¡Justo cuando había entablado contacto con el objetivo de la persecución de Owen y
sus nuevos amigos, el tal señor Gray!
—Está demasiado ocupado para esconderse —dijo Pearly con voz amodorrada,
como a punto de dormirse—. Tiene miedo. En el caso de Underhill, jefe, no sé, pero
Jonesy… Henry… Duddits… le dan miedo. Con razón, porque mataron a Richie.
—¿Qué Richie, nene?
A Kurtz le era bastante indiferente, pero quería mantener despierto a Perlmutter.
Sentía que faltaba poco para que ya no les hiciera falta, pero de momento seguía
siendo necesario.
—No lo… sé…
La última palabra se convirtió en ronquido. El Humvee derrapó casi en sentido
lateral. Freddy soltó una palabrota, peleó con el volante y consiguió recuperar el
control justo antes de que el vehículo acabara en la cuneta. Kurtz no se fijó.
Inclinado, dio a Perlmutter una bofetada muy fuerte en la mejilla. Al mismo tiempo
pasaron al lado de la tienda con la foto del embalse en el escaparate.
—¡Aaaay! —Los párpados de Pearly temblaron y se abrieron. Ahora tenía
amarillento lo blanco de los ojos, cosa que a Kurtz le importaba tan poco como el tal
Richie—. ¡Jefe, no me…!
—¿Dónde están?
—El agua —dijo Pearly sin fuerzas, con voz de inválido malhumorado. Su
barriga, cubierta por la chaqueta, era una montaña que de vez en cuando se movía. De
nueve meses, pensó Kurtz—. El aaa…
Volvieron a cerrársele los ojos, y Kurtz volvió a levantar la mano para otra
bofetada.
—Déjele que duerma —dijo Freddy.
Kurtz le miró con las cejas arqueadas.
—Debe de referirse al embalse. En ese caso ya no le necesitamos. —Señaló las
huellas de las ruedas de los pocos coches que les habían precedido por la 32 en el
transcurso de la tarde. En contraste con lo blanco de la nieve fresca, estaban muy
negras—. Hoy, arriba, no habrá nadie aparte de nosotros, jefe. Nadie.
—Dios mediante. —Kurtz se recostó en el asiento, cogió la pistola de nueve
milímetros, la miró y volvió a meterla en la funda—. Dime una cosa, Freddy.
—Si puedo…
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