Page 558 - El cazador de sueños
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desastre (casi seguro que un choque a ciento diez por hora les habría matado a todos,
y, en el mejor de los casos, el accidente habría dado al traste con todas las opciones
de parar al señor Gray) y volvió a dejarse conducir.
Owen notó que se le iban los ojos hacia la bolsa de papel, y los pensamientos
hacia la cosa de cuerda. «Me lo envió Beaver para mi navidad, la semana pasada.»
Pensó que, ahora, intentar comunicarse por telepatía era como meter un mensaje
en una botella y arrojarla al mar, pero lo hizo: envió un pensamiento, confiando en
encauzarlo hacia Duddits. «¿Cómo lo llamas?»
De repente, inesperadamente, vio un espacio grande, al mismo tiempo sala de
estar, comedor y cocina. Las planchas doradas de pino estaban barnizadas y brillaban.
En el suelo había una alfombra de los indios navajo, y en una pared un tapiz:
cazadores indios muy pequeñitos rodeando a un personaje gris, el típico extraterrestre
de la prensa sensacionalista. También había una chimenea de piedra y una mesa
grande de roble, pero lo que más poderosamente llamó la atención de Owen (a la
fuerza, porque era el centro de la imagen que le había enviado Duddits, y brillaba con
una luz especial) era lo que había colgado en la viga central. Era lo de la bolsa de
medicinas de Duddits, pero en grande, y el cordel era de colores, no blanco. Por lo
demás, idénticos ambos. A Owen se le empañaron los ojos. Era la sala más bonita del
mundo. La sensación era un reflejo de la que tenía Duddits. Veía así la sala porque
era donde iban sus amigos, y él les quería.
—Atrapasueños —dijo el moribundo del asiento de atrás, pronunciando sin tacha.
Owen asintió. Atrapasueños, sí.
«Eres tú —dijo, adivinando que les oía Henry, pero sin importarle. El mensaje era
para Duddits, nadie más—. ¿Verdad que el atrapasueños eres tú? El de ellos cuatro.
Desde siempre.»
Duddits sonrió en el espejo.
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