Page 559 - El cazador de sueños
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Vieron una señal donde ponía EMBALSE DE QUABBIN 13 KILÓMETROS.
PROHIBIDO PESCAR. NO HAY SERVICIOS. ÁREA DE PICNIC ABIERTA.
SENDEROS ABIERTOS. ENTRE POR SU CUENTA Y RIESGO. Ponía algo más,
pero, a ciento treinta por hora, Henry no tuvo tiempo de
leerlo.
—¿Hay alguna posibilidad de que aparque y vaya caminando? —preguntó Owen.
—No —dijo Henry—. Conducirá lo más deprisa que pueda. Como máximo, se le
parará el coche. Esperemos. Está flojo, y no podrá ir muy deprisa.
—¿Y tú, Henry? ¿Podrás caminar deprisa?
Teniendo en cuenta lo entumecido que tenía Henry todo el cuerpo, y lo que le
dolían las piernas, la pregunta era pertinente.
—Mientras tengamos alguna posibilidad —dijo—, me forzaré al máximo. La
cuestión es Duddits. No creo que esté en condiciones de pegarse una caminata así.
Podría haber dicho que ni así ni asá.
—Oye, Henry, ¿y Kurtz y Perlmutter? ¿A cuánto están?
Henry pensó. A Perlmutter le recibía bastante bien… y también podía tocar al
caníbal voraz que tenía dentro. Era como el señor Gray, con la diferencia de que la
comadreja vivía en un mundo hecho de beicon. Su beicon era Archie Perlmutter, que
había sido capitán del ejército de Estados Unidos. A Henry no le gustaba proyectarse
hacia ellos. Demasiado dolor. Demasiada hambre.
—Veinticuatro kilómetros —dijo—. O a saber si sólo veinte. Da igual, Owen,
porque les vamos a ganar. La única cuestión es saber si podremos alcanzar al señor
Gray. Nos va a hacer falta
suerte. O ayuda.
—Y si le cogemos, Henry, ¿seguiremos siendo héroes? Henry le sonrió con
cansancio. —Habrá que intentarlo, digo yo.
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