Page 32 - Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA.
P. 32

Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA. | F. V. R.



                  ya  con  el  maletín  de  Tomas  completamente  abierto,  lo  interroga:  ¿Y  la  factura  de  esta

                  mercancía,  dónde  está?,  a  lo  que  Tomás,  revestido  de  esa  humildad  de  margariteño  le
                  responde:  Muchacho,  ¿qué  factura  ni  que  factura?,  esos  son  unos  coroticos  que  mi  hija

                  Benilde le manda a su mai y a su hermano pa’llapa’el Tigre. El teniente, ante la actitud
                  humilde y casi sumisa de este hombre margariteño, se ofusca dando un paso seguro hacia

                  atrás,  asegurándose  el  kepis  de  militar  recién  graduado,  con  voz  autoritaria,  casi  grita  a
                  Tomás, diciéndole: ¡Un momento, viejo!, más respeto con la autoridad, ¿cómo es eso de

                  muchacho, ah?, ¿acaso que estas tiras que yo exhibo en mis hombros me las gané jugando

                  metras con usted?; ¡ay no, chico!, si es verdad que esas tiras tú te las ganaste peleando allá
                  en la Batalla de Carabobo, peleando junto al General José Antonio Páez, al lado de Pedro

                  Camejo (El Negro Primero), dice Tomás.


                         El teniente, enfurecido y casi fuera de sí, ordena con voz de mando a un guardia
                  raso  que  recién  llegaba  al  sitio  donde  se  desarrollaba  aquél  enfrentamiento,  luego,

                  conduciendo un Jeep con las siguientes siglas: G. N. V traslada al pobre Tomás arrestado
                  hasta el comando de la Guardia Nacional, algo distante del muelle donde se realizaban los

                  hechos. Jesús María Gamboa (Chupía), quien acostumbraba a darse unas vueltas por Punta

                  de  Piedras,  tal  vez  para  observar  cómo  se  manejaba  el  movimiento  aduanero  en  aquél
                  puerto,  al  presenciar  todo  el  procedimiento  aplicado  al  señor  Tomás  Marcano,  a  quien

                  conoció en los Hatos en la casa de Simón Villarroel y Benilde, emprendió veloz carrera en
                  su auto  hacia el  pueblo  con el  fin  de avisarle a tiempo a Simón todo lo  acontecido con

                  Tomás, y su arresto por la Guardia Nacional, más el decomiso indefinido de la mercancía.
                  Simón,  por  su  parte,  no  tardó  en  localizar  a  su  gran  amigo,  Capitán  Domingo  Matute

                  López, encargado para esa época de la Jefatura de la Guarnición Militar de Nueva Esparta,

                  trasladándose ambos hasta Punta de Piedras. Una vez  en el comando,  con sede en aquel
                  puerto, se procedió a ordenar la libertad definitiva del señor Tomás Marcano, no sin antes

                  celebrar  aquellos  dos  amigos  la  ocurrencia  del  viejo  margariteño.  Por  supuesto  que  la
                  mercancía y el maletincito jamás aparecieron.





                                                             27
   27   28   29   30   31   32   33   34   35   36   37