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Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA. | F. V. R.
ya con el maletín de Tomas completamente abierto, lo interroga: ¿Y la factura de esta
mercancía, dónde está?, a lo que Tomás, revestido de esa humildad de margariteño le
responde: Muchacho, ¿qué factura ni que factura?, esos son unos coroticos que mi hija
Benilde le manda a su mai y a su hermano pa’llapa’el Tigre. El teniente, ante la actitud
humilde y casi sumisa de este hombre margariteño, se ofusca dando un paso seguro hacia
atrás, asegurándose el kepis de militar recién graduado, con voz autoritaria, casi grita a
Tomás, diciéndole: ¡Un momento, viejo!, más respeto con la autoridad, ¿cómo es eso de
muchacho, ah?, ¿acaso que estas tiras que yo exhibo en mis hombros me las gané jugando
metras con usted?; ¡ay no, chico!, si es verdad que esas tiras tú te las ganaste peleando allá
en la Batalla de Carabobo, peleando junto al General José Antonio Páez, al lado de Pedro
Camejo (El Negro Primero), dice Tomás.
El teniente, enfurecido y casi fuera de sí, ordena con voz de mando a un guardia
raso que recién llegaba al sitio donde se desarrollaba aquél enfrentamiento, luego,
conduciendo un Jeep con las siguientes siglas: G. N. V traslada al pobre Tomás arrestado
hasta el comando de la Guardia Nacional, algo distante del muelle donde se realizaban los
hechos. Jesús María Gamboa (Chupía), quien acostumbraba a darse unas vueltas por Punta
de Piedras, tal vez para observar cómo se manejaba el movimiento aduanero en aquél
puerto, al presenciar todo el procedimiento aplicado al señor Tomás Marcano, a quien
conoció en los Hatos en la casa de Simón Villarroel y Benilde, emprendió veloz carrera en
su auto hacia el pueblo con el fin de avisarle a tiempo a Simón todo lo acontecido con
Tomás, y su arresto por la Guardia Nacional, más el decomiso indefinido de la mercancía.
Simón, por su parte, no tardó en localizar a su gran amigo, Capitán Domingo Matute
López, encargado para esa época de la Jefatura de la Guarnición Militar de Nueva Esparta,
trasladándose ambos hasta Punta de Piedras. Una vez en el comando, con sede en aquel
puerto, se procedió a ordenar la libertad definitiva del señor Tomás Marcano, no sin antes
celebrar aquellos dos amigos la ocurrencia del viejo margariteño. Por supuesto que la
mercancía y el maletincito jamás aparecieron.
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