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Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA. | F. V. R.
De cuando Gonzalo Tovar y “Que Polo” el de Juana la de Matorora
fueron juntos a las iguanas
C
omo ya hemos dicho, nuestra Altagracia es un pueblo repleto de virtudes entre
las que destacan la humildad de sus habitantes y, sobre todo, la solidaridad
manifiesta ante cualquier percance o problema que pueda afectar a un
coterráneo; aunque desdice mucho de esa condición humana la afición que el gracitano
manifiesta por la cacería de animalitos que conforman su fauna silvestre y marina. Tal es el
caso de nuestro buen amigo Gonzalo Tovar o Gonzalo el de Chica Rodríguez como mejor
se le conoce entre sus paisanos gracitanos. Bien, allá en su juventud, nuestro amigo
Gonzalo no escapó a esa afición por la cacería, por supuesto que ya esta es una etapa
superada, entusiasmando a otro común amigo, Hipólito Wettel, o “Que Polo” el de Juana la
de Matorora, para irse de cacería a esos conucos de los Tovar González, concretamente a
uno conocido como el “Cabizbajo”; prontamente allí aquellos dos cazadores avistan una
iguana de regular tamaño y es cuando “Que Polo”, quien hacía de “guatanero”, le dice a su
compañero: -¡Que Gonzalo, qué grande esa bicharenga!, (Polo desde muy pequeño
manifestó tendencia de ser gago, por lo que solía anteponer la partícula “que” a toda
palabra que pronunciaba, esto contribuyó a que lo bautizáramos con el nombre de “Que
Polo”).
Bueno, es el caso que la iguana en cuestión no presentaba buena visibilidad como
para que Gonzalo, armado de su china o gomera, le lanzara el primer intento de derribarla a
piedras, por lo que éste le ordena a “Que Polo” que simule a un perro ladrando para ver si
así la iguana se movía y presentaba una mejor visibilidad.
Nuestro “Que Polo” comienza a simular el ladrido de un perro y tomando suficiente
aire exhala: ¡guao, guao, que que guao, que que guao! Gonzalo no pudo contener la risa al
oír aquél “que que Guao, que que Guao” expresado por su compañero de cacería, por lo que
falló el intento de derribar a la iguana que muy nerviosa se tiró apresuradamente del árbol y
fue a encuevarse al pie de un yaurero que majestuosamente se levantaba ahí.
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