Page 33 - Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA.
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Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA. | F. V. R.



                    De cuando Gonzalo Tovar y “Que Polo” el de Juana la de Matorora
                                             fueron juntos a las iguanas


                  C
                            omo ya hemos dicho, nuestra Altagracia es un pueblo repleto de virtudes entre
                            las  que  destacan  la  humildad  de  sus  habitantes  y,  sobre  todo,  la  solidaridad

                            manifiesta  ante  cualquier  percance  o  problema  que  pueda  afectar  a  un
                  coterráneo;  aunque  desdice  mucho  de  esa  condición  humana  la  afición  que  el  gracitano

                  manifiesta por la cacería de animalitos que conforman su fauna silvestre y marina. Tal es el

                  caso de nuestro buen amigo Gonzalo Tovar o Gonzalo el de Chica Rodríguez como mejor
                  se  le  conoce  entre  sus  paisanos  gracitanos.  Bien,  allá  en  su  juventud,  nuestro  amigo

                  Gonzalo  no  escapó  a  esa  afición  por  la  cacería,  por  supuesto  que  ya  esta  es  una  etapa

                  superada,  entusiasmando a otro común amigo, Hipólito Wettel, o “Que Polo” el de Juana la
                  de Matorora, para irse de cacería a esos conucos de los Tovar González, concretamente a

                  uno conocido  como  el “Cabizbajo”;  prontamente allí  aquellos dos cazadores  avistan una
                  iguana de regular tamaño y es cuando “Que Polo”, quien hacía de “guatanero”, le dice a su

                  compañero:  -¡Que  Gonzalo,  qué  grande  esa  bicharenga!,  (Polo  desde  muy  pequeño
                  manifestó  tendencia  de  ser  gago,  por  lo  que  solía  anteponer  la  partícula  “que”  a  toda

                  palabra que pronunciaba, esto  contribuyó  a que lo bautizáramos con el nombre de “Que

                  Polo”).

                         Bueno, es el caso que la iguana en cuestión no presentaba buena visibilidad como

                  para que Gonzalo, armado de su china o gomera, le lanzara el primer intento de derribarla a

                  piedras, por lo que éste le ordena a “Que Polo” que simule a un perro ladrando para ver si
                  así la iguana se movía y presentaba una mejor visibilidad.


                         Nuestro “Que Polo” comienza a simular el ladrido de un perro y tomando suficiente

                  aire exhala: ¡guao, guao, que que guao, que que guao! Gonzalo no pudo contener la risa al
                  oír aquél “que que Guao, que que Guao” expresado por su compañero de cacería, por lo que

                  falló el intento de derribar a la iguana que muy nerviosa se tiró apresuradamente del árbol y
                  fue a encuevarse al pie de un yaurero que majestuosamente se levantaba ahí.



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