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Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA. | F. V. R.
De cuando aquellos jóvenes vendían las sabrosas empanadas por
todas las calles del pueblo
N
uestra Altagracia ha sido siempre un pueblo laborioso y extremadamente
apegado a actividades inherente al comercio. En épocas pasadas, el expendio de
empanadas no se hacía a través de puestos de venta fijos en ciertas esquinas o
algún sitio estratégico que facilitaba la venta de aquellos pasteles. Hubo un sinnúmero de
jóvenes, en su mayoría estudiantes, que se ocupaban de la venta de las sabrosas y típicas
“medias lunas”, pateando las calles del pueblo y visitando sitios o lugares donde acudían
más posibles compradores de aquel producto, también en algunas casas de familia, donde a
veces ya eran clientes fijos de aquellos pequeños comerciantes informales. Se recuerda
entre los jóvenes vendedores de empanadas de aquel entonces, por los alrededores de la
plaza Sucre y adyacencias del ya desaparecido “Bar los hermanos”, a Hipólito Wettel (Que
Polo el de Matorora), Carmen Ramona (La de Chelona y Cayetano Marín), Luis José
Velásquez (conocido popularmente como el Congo); mientras que en las adyacencias de la
plaza don Miguel Marín y la recordada “Competidora”, destacaban en ese oficio los hijos
de Chela (Hiram, Cayetano, Chuito), también los hermanos Rojas (Jesús, Vicente y Luis),
conocidos como “Los Cucheros”, llamados así en honor al recuerdo de su abuela, la
inolvidable viejita, refunfuñona y de bella sonrisa, Cucha.
Otro que destacó como vendedor de empanadas de aquella época fue nuestro
fraterno amigo Carlos González, ampliamente conocido como “Carlitos el de Geña”.
De aquellos vendedores de empanadas de esa época, orgullosamente hay que
destacar que la mayoría de ellos son distinguidos profesionales, esparcidos por toda la
geografía de Venezuela.
Pero hubo entre ellos un joven cuya sagacidad y astucia son dignas de destacar, se
trata de Luis Rojas, amigablemente conocido como Luis Cuchero, de quien se cuenta que
cuando la venta estaba algo pesada, rápidamente recurría a la siguiente estrategia: Avistaba
previamente a Hilarito el de Carmen Nona, donde éste estuviera, luego, sin pérdida de
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