Page 39 - Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA.
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Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA. | F. V. R.





                                             Y esta otra de Luis Cuchero

                  H
                             abitaba  esta  bella  familia  en  la  vía  que  conduce  a  Playa  Caribe,  en  plena

                             carretera que va hacia el recordado “Pozo de Perucho”.




                         Una  mañana,  ya  casi  al  mediodía,  siendo  tal  vez  las  once  y  cuarenta  y  cinco,

                  Virginia, a quien cariñosamente llamábamos Giña, le encomendó a Luis, su menor hijo, que

                  le  comprara  un  real  de  bananas  (cambur),  para  así  completar  el  almuerzo  de  todos;  el
                  mandado en cuestión era a casa de la señora Ramona Real, quien tenía en la calle principal

                  su bodega, y allí expendía variados productos de la dieta diaria.


                         Luis, después de tomar la moneda de manos de su madre, pensó al momento: Un
                  real de cambur, serán uno o dos cambures a lo máximo, si es que la señora Ramona me los

                  quiere vender, ya que es muy poco dinero para la compra, por lo que Luis se valió de la
                  siguiente estrategia: Después de saludar a la señora Ramona, le dijo: -Señora Ramona, que

                  le venda a la señora Popa Deyán un real de banana, -Luis sabía de antemano la amistad y la

                  admiración  que  la  señora  Ramona  sentía  por  la  señora  Popa-.  -¿Cómo  dijiste  tú,  mijo?,
                  ¿que le venda a la señora Popa Deyán un real de bananas?  -¡Válgame Dios!, ¿cómo le voy

                  a vender yo a mi amiga Popa un real de bananas? No, toma hijo, llévale a mi amiga Popa
                  esa mano de cambur, entregándole a Luis la mano de cambur más hermosa que exhibía en

                  su negocio, además que le devolvía su real, diciéndole, toma, llévale a la señora Popa esa
                  mano de cambur y dile que se la mando yo, que eso no vale nada.


                         Y fue así  como  Luis Cuchero se encaminó triunfalmente hacia su casa, donde lo

                  esperaban su abuela, su madre y todos sus hermanos para el almuerzo.











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