Page 40 - Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA.
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Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA. | F. V. R.





                     De cuando María Jacinta hizo llamar a Jacinto Gómez a la jefatura
                                                    civil del pueblo

                  J

                        acinto  Gómez  y  la  señora  María  Jacinta  estuvieron  por  muchos  años  unidos
                        maritalmente,  llegando  como  pareja  a  procrear  varios  hijos,  con  los  cuales  hemos

                        mantenido  una  relación  sincera  y  de  mutuo  respeto;  pero  sucedió  que  por  esas
                        desavenencias  de  pareja,  María  Jacinta  decidió  dar  por  terminada  aquella  relación

                  marital;  más  Jacinto  no  se  resignaba  a  aceptar  tal  separación,  por  lo  que  no  cesaba  en

                  buscarla por todas partes para, a través del diálogo, tratar de convencerla de la necesidad de
                  volver a sostener aquella unión que por años los dos habían mantenido. Era tanto el acoso

                  que  Jacinto  le  tenía  a  esta  buena  mujer,  que  María  optó  por  buscar  a  alguien  que  la
                  aconsejara y en el vecindario la instruyeron para que lo hiciera llamar a la Jefatura Civil del

                  pueblo,  donde  debían  firmar  una  fianza,  mediante  la  cual  el  señor  Jacinto  Gómez  se
                  comprometería a no molestar a la señora María Jacinta ni hostigarla más.


                         El  señor Telésforo de los Reyes Rodríguez Marín, quien ejercía para la época la

                  primera autoridad civil del pueblo de Altagracia, después de oír las querellas de la señora

                  María, procedió a citar al señor Jacinto Gómez, para lo cual instruyó al único agente de
                  policía que allí laboraba, Juan Casimiro Ordaz, de manera que procediera a citar al presunto

                  hostigador, señor Jacinto, para el día lunes de la venidera semana, ya que la queja de la
                  señora María fue interpuesta un día viernes en horas de la tarde.


                         Bien, ese lunes siguiente, a eso de las siete y treinta am, el señor Jacinto Gómez

                  hizo acto de presencia ante la sede de la prefectura oficial del pueblo; aún el ciudadano Jefe
                  Civil  no  había  acudido  a  su  despacho,  por  cuanto  era  costumbre del  susodicho  prefecto

                  cumplir su horario de trabajo a partir de las ocho hasta las doce del mediodía.


                         Jacinto esperaba pacientemente sentado en la silla que el único agente de guardia le
                  había  proporcionado,  siempre  revolviendo  su  tabaco  que,  sin  encender,  por  costumbre

                  Jacinto mantenía entre sus labios.


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