Page 35 - Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA.
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Relatos y ocurrencias de un pueblo, ALTAGRACIA. | F. V. R.



                  Jesús  el  de Cucha, Héctor Rojas el  de Lalá, Silvio  Martínez  el  de Felipa, Ruperto el  de

                  Marcelino Pona, Nené Villarroel el de la calle de arriba, Goyo el de María Jacinta, Beto el
                  de Petra la de Anselma, y entre las muchachas estaban  Dilia  la de la Ñeca, su hermana

                  Mariíta la de la Magdalena, Elina la de Pragedes, Dilia la de Juan Ramón, Leonidas Mata,
                  Romelia la de Mencho, y otras tantas que no me acuerdo ahorita; por ejemplo, Camaya la

                  de Carmita Rojas; también estuvieron con esa juventud de estudiantes en eso que llamaban
                  cultura,  Silverio  Vásquez  el  de  Pedro  María  Vásquez,  Luis  Marín  al  que  llamaban

                  Tutumita,  Jesús  el  de  Chicogoya;  también  recuerdo  a Pastor  y  a  Pablito  Rojas,  hijos  de

                  María  Salomé,  Luis  Fermín  el  de  Chica  Fuentes,  Luis  Carachana  el  de  Elena  Vargas  y
                  tantos otros, mija; esa fue una juventud diferente, ¡y modelo!, yo creo que no ha existido en

                  el  pueblo,  María,  otra  juventud  como  esa,  safante  la  juventud  de  esos  viejos  que  yo  no
                  conocí, pero desde que yo tengo uso de razón, María, esa juventud de los años 60 al 70,

                  más  o  menos,  fue  la  mejor;  esos  muchachos  de  aquél  entonces  son  inolvidables,  María,
                  ¡hay que ser justas!. También recuerdo de esa época, a Lango el de Nieves Lárez, que su

                  nombre es Froilán, Ricardito Campos, hijo de Ricardo Chiquito y Severa Ordaz.


                         -Y hablando de otra cosa, María, ¿dónde diablos estabas tú metida que no se te mira

                  la cara por ninguna parte? -¡Ay mujer, ay María, qué sabes tú!, responde María Bartola ante
                  la inesperada pregunta de María Polo,  lo que pasa es que ese hombre que yo tengo se ha

                  puesto demasiado celoso últimamente.  -¡Ay María, ay mija!, ¿así es la cosa?, dice María
                  Polo, yo te voy a decir a ti una vaina, cuando esos hombres, a esa edad, comienzan a celar a

                  uno, ¡seguro que le está fallando la vaina aquella!, es decir, María, que el bicharengo no le
                  está funcionando como es, seguro que eso es así, mija, así que inventa algo cuando vayas a

                  hacer el coroto con él, ¡tú sabes que nosotras las mujeres conocemos las mañas para hacer

                  las cosas bien hechas ante la falla de algunos hombres cuando entran en esa edad!.


                         Las dos amigas se despidieron porque María  Polo preocupada  le dice a su amiga
                  Bartola, -¡Ay, mi hermana!, ¿cuándo volveremos a encontrarnos para seguir esta conversa?,

                  ¡me voy, me voy! porque ya van a ser las once y media de la mañana, según lo que oí en el
                  radio de Chucho Cabrera endenante y ya Cayito debe estar en la casa y yo no le he hecho

                  qué almorzar, así que yo me voy a ver que le hago de comer a ese hombre. –Bueno, María,
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