Page 178 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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            McClelland  descubrió  también  que  los  efectos  positivos  sobre  la  respuesta  inmunológica  de  los
         espectadores   declinaba  y  desaparecía  una  o  dos  horas  después  de  haber  visto  la  película.  Se
         mantuvo   elevada  entre  aquellos  sujetos  que  revelaban  una  fuerte  seguridad  de  ser  amados  en  su
         propia  existencia y que mantenían fuertes lazos con familiares y amigos. Esto sugería que algunas
         personas   estaban  ya  en  un  estado  favorable  al  amor.  En  vez  de  experimentarlo  como  estado
         pasajero,  lo  habían  incorporado  como  característica.  En  otras  palabras,  en  estas  personas  estaba
         presente, aunque con un grado menor, la afirmación del sabio iluminado: «Yo soy amor.»
            ¿Qué   es  el  amor  como  característica,  antes  que  como  fase pasajera? Hasta la experiencia más
         apasionada de enamoramiento acaba por enfriarse; entonces la gente se horroriza al descubrir que
         resta  poco  amor  verdadero,  en  un  sentido  perdurable.  Al  analizar  este  problema,  McClelland  se
         preguntó qué había sido de las experiencias descritas en la poesía del amor. Estas experiencias no
         se referían a las egoístas ventajas de estar enamorado, sino a una devoción altruista e inmortal. ¿Se
         equivocaba Shakespeare al declarar: «El amor no es amor si se altera cuando alteración encuentra, o
         se inclina con quien muda para mudar. ¡Oh. no! Es una marca siempre fija que mira la tempestad y
         nunca se perturba»? McClelland también conocía ejemplos citados por la literatura psicológica en que
         una  persona  mantenía   una  relación  amorosa  sin  sentido  alguno  en  cuanto  a  obtener  beneficios
         objetivos.  Esas  personas  sienten  un  amor  y  devoción  profundos,  pese  al  hecho  de  que  no  hay
         motivos racionales para sentir así.
            Todo esto sugirió a McClelland que el amor es un estado que trasciende la razón, cuya finalidad
         es, simplemente, permitir la experiencia de una realidad compartida más amplia. En este aspecto, un
         punto crítico era la reacción de una persona a la muerte de un ser amado. Si dos personas estuvieran
         enamoradas sólo por lo que pudieran obtener, esa interdependencia formaría la base para amar y ser
         amado. Por lo tanto, la muerte del amado causaría gran dolor al desgarrarse el vínculo. Esto se podía
         observar en las relaciones de la vida real, por cierto, pero McClelland consideraba, por su experiencia
         personal, que era posible algo muy distinto:

               La  muerte  de  un  compañero  amado  debería  causar  pesar  e  intenso  sufrimiento,  según  esta
            teoría.  Sin  embargo  yo  no  reaccioné  de  ese  modo  cuando  mi  esposa  murió  de  cáncer,  hace
            algunos años. Nos habíamos amado mucho; en cuarenta y dos años de matrimonio feliz, criamos
            cinco  hijos  hasta  llegar  a  una  madurez  bien  adaptada...  Empero,  cuando  ella  murió  no  sentí  la
            cantidad de dolor que esta teoría requiere... La experiencia se parecía mucho más a la visión que
            el  poeta  tiene  del  amor.  Habíamos  sentido  que  éramos  parte  de  algo  más  grande  que  nosotros
            dos,  algo  que  nos  nutrió  y  nos  sustentó  toda  una  larga  vida  compartida  y  que  continuaba
            sustentándome ya muerta ella.

            Esto  describe  un  paso  hacia  el  reino  del amor atemporal. Cuando dos personas utilizan el amor
         mutuo como puerta hacia ese reino, la muerte del amado no cierra la puerta ni priva al otro del flujo
         del amor. En último término, todo amor proviene de dentro. Nos engañamos al creer que amamos a
         otra personaba otra persona es un pretexto por el que nos otorgamos permiso para sentir amor. Sólo
         tú puedes abrir y cerrar el corazón. El poder que el amor tiene de nutrirnos y sustentarnos depende
         de nuestra entrega a él «aquí dentro».
            Es  importante  hablar  del  amor,  pensar  en  él,  buscarlo  y  fomentarlo.  Para  darle  la  forma  de  un
         ejercicio, fíjate el compromiso de hacer lo siguiente:

            1.  Piensa en el amor. Dedica tiempo a recordar el amor que compartiste con tus padres, las veces
                en que expresaste amor a tus hermanos y amigos. Medita qué es lo más digno de amor en la
                persona más amante de tu vida en la actualidad. Lee profundamente la poesía del amor, como
                la que se encuentra en los sonetos de Shakespeare, y lo que dicen de él las escrituras como el
                Nuevo Testamento o los himnos devocionales del Rig Veda.
            2.  Habla  del  amor.  Expresa  directamente  tus  sentimientos  a  alguien  que  te  sea  querido.  Si  no
                puedes hacerlo verbalmente, escríbele una carta o un poema. No hace falta que lo envíes; el
                ejercicio  es  para  ti,  para estimular el estado de amor en todas las células. Pero es preferible
                que lo envíes, pues te conviene escuchar expresiones de amor como respuesta. No dejes que
                tu amor sea algo que se da por sentado. Deja una nota para que tu ser amado la encuentre en
                su bolsillo o en la mesa de la cocina.
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