Page 177 - Deepak Chopra - Cuerpos sin edad, mentes sin tiempo.
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               de encuentro la felicidad?» Luego anota los pasos que puedas dar para aumentar esta experiencia en
               tu vida.
                  No confundas placer con amor. Hay muchas cosas que dan placer, como ver la televisión, y que
               contienen  muy  poco  amor.  El  amor  brinda  placer,  por  cierto,  pero  de  una  manera  más  profunda.
               Llevar comida a un inválido recluido en su casa es un acto de amor mucho más placentero que ver la
               televisión,  por  ejemplo,  y  de  un  acto  así  se  puede  aprender  mucho  más  en  cuanto  a  solidaridad,
               compasión y entendimiento.
                  Por eso, no te dejes distraer por placeres superficiales. El gozo profundo y el deleite que existen
               en el núcleo de la vida deben ser descubiertos con diligencia. Cuando hagas tu lista, descubrirás que
               muchos   de  tus  momentos  de  felicidad  más  atesorados  se  han  ido  para  siempre.  Por  ejemplo:  no
               puedes repetir la flamante sensación de enamorarte de la persona con quien te has casado. Pero el
               amor  tiene  hondura  tras  hondura.  Cuando  hagas  tu  lista  recordarás  lo  que  sentiste  el  día  en  que
               nacieron tus hijos; en ese recuerdo hay una clave: tus hijos aún pueden ser una fuente de felicidad, si
               resuelves  llegar  a  profundizar  aún  más  en  tu  relación  con  ellos.  No  hay  nada  más  importante  que
               revincularte con tu felicidad. No hay nada más rico. No hay nada más real.
                                      EJERCICIO 2: SER EL AMOR. VERSUS ESTAR ENAMORADO

               Me  gustaría  seguir  explorando  el  estado  del  amor,  porque  es  nuestro  camino  más  seguro  para
               regresar  al  Ser.  Los  antiguos  sabios  declaraban  que,  en  último  término,  todo  está  hecho  de
               conciencia y, cuando experimentamos la conciencia pura, sin imágenes ni supuestos extraños, eso es
               el amor. El gran poeta bengalí Rabindranath Tagore declaró: «El amor no es un mero impulso; debe
               contener la verdad, que es la ley.» La fusión de amor, verdad y realidad es la gran revelación de la
               conciencia de unidad, el momento en que una persona puede en verdad decir: «Yo soy el Todo» y
               «Yo soy amor» en un mismo aliento. Visto desde esa perspectiva, el amor es el estado-sentimiento
               que siempre está presente cuando una persona mantiene una perfecta alineación con el dharma, el
               flujo de la evolución.
                  Estar  enamorado   no  es  lo  mismo.  Cuando  te  enamoras  se  abre  una  abertura  por  la  que  los
               sentimientos  reprimidos  se  precipitan  y  se  fijan  a otra persona. Si el amor es lo bastante profundo,
               esa otra persona te parece ideal y perfecta (esto no tiene nada que ver con su estado real, que puede
               ser bastante imperfecto y hasta destructivo). Pero la fuerza del amor cambia la realidad cambiando a
               quien  percibe.  ¿Cómo  y  por  qué  ocurre  esto?  Los  fisiólogos  han  medido  el  aumento  de  ciertos
               neurotransmisores   claves,  como  la  serotonina,  en  el  cerebro  de  la  gente  enamorada;  pero  los
               elementos químicos son sólo toscos marcadores. Obviamente la serotonina no hace que la gente se
               enamore; es sólo la base bioquímica de las agradables sensaciones que activa el estar enamorado.
                  En una serie de reveladores experimentos, David C. McClelland, psicólogo de Harvard, sondeó la
               fisiología  del  amor.  Hizo  que  un  grupo  de  sujetos  viera  una  breve  película  de  la  Madre  Teresa
               cumpliendo con su diaria labor de cuidar a los niños enfermos y abandonados de Calcuta. La película
               exhibía  una  profunda  ofrenda  de  amor.  Mientras  el  público  la  veía,  McClelland  descubrió  que
               aumentaba un marcador en sus sistemas inmunológicos: era SlgA o salivary inmunoglobulin antigen.
               Los  índices  elevados  de  SlgA,  evaluados  en  la  saliva  de  una  persona,  indican  una  alta  respuesta
               inmunológica;  en  realidad,  la  respuesta  inmunológica  elevada también es característica de quienes
               acaban   de  enamorarse.  (El  dicho  popular,  «si  ni  quieres  resfriarte,  enamórate»,  reconoce  esta
               vinculación entre las emociones y la fisiología.)
                  Lo curioso es que, cuando la película terminó y se preguntó al público qué opinaban de la Madre
               Teresa,  no  todos  elogiaron  su  obra.  Algunos  tenían  objeciones  de  uno  y  otro  tipo,  basados  en  las
               diferencias de creencias religiosas; otros dijeron que les alteraba ver a niños hambrientos o atacados
               de  lepra.  Sin  embargo,  todos  los presentes experimentaron un aumento en los índices de SlgA; su
               respuesta física al amor parecía más poderosa que la actitud racional. Ante esto, McClelland puso en
               tela  de  juicio  una  de  las  definiciones  más  populares  del  amor  que  ofrece  la  psicología  moderna,
               según  la cual el amor es una respuesta refleja que surge cuando se encuentran dos personas que
               satisfacen cada una las necesidades de la otra. De acuerdo con esa definición, el amor dependería
               de  la  evaluación  consciente  que  una  persona  hace  de  los  beneficios  que  obtiene  de  una  relación.
               Pero allí había personas cuyos cuerpos estaban respondiendo en un nivel mucho más profundo, más
               profundo aún que el placer.
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