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LA GRAN UTOPÍA

                  Para aquietar todas las sospechas y uncir a su carro al más fuerte de todos
               los impulsos políticos, el anhelo de libertad, el socialismo comenzó a hacer
               un uso creciente de la promesa de una «nueva libertad». El advenimiento
               del socialismo iba a ser el salto desde el reino de la indigencia al reino de la
               libertad. Iba a traer la «libertad económica», sin la cual la ya ganada libertad
               política «no tenía valor».Sólo el socialismo era capaz de realizar la consuma-
               ción de la vieja lucha por la libertad, en la cual el logro de la libertad polí-
               tica fue sólo el primer paso.
                  El sutil cambio de significado a que fue sometida la palabra libertad para
               que esta argumentación se recibiese con aplauso es importante.Para los gran-
               des apóstoles de la libertad política la palabra había significado libertad
               frente a la coerción,libertad frente al poder arbitrario de otros hombres,supre-
               sión de los lazos que impiden al individuo toda elección y le obligan a obede-
               cer las órdenes de un superior a quien está sujeto. La nueva libertad prome-
               tida era, en cambio, libertad frente a la indigencia, supresión del apremio de
               las circunstancias,que,inevitablemente,nos limitan a todos el campo de elec-
               ción,aunque a algunos mucho más que a otros.Antes de que el hombre pudiera
               ser verdaderamente libre había que destruir «el despotismo de la indigen-
               cia física», había que abolir las «trabas del sistema económico».
                  En este sentido, la libertad no es más que otro nombre para el poder o
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               la riqueza. Y, sin embargo, aunque las promesas de esta nueva libertad se
               combinaron a menudo con irresponsables promesas de un gran incremento
               de la riqueza material en una sociedad socialista, no era de una victoria tan
               absoluta sobre la mezquindad de la naturaleza de donde se esperaba la liber-
               tad económica. A lo que se reducía realmente la promesa era a la desapari-
               ción de las grandes disparidades existentes en la capacidad de elección de las


                  4. La característica confusión de la libertad con el poder, con la que nos enfrentaremos una y
               otra vez en esta discusión, es un tema demasiado importante para poder examinarlo aquí por entero.
               Tan vieja como el propio socialismo, está tan estrechamente aliada con él, que hace casi setenta años
               un universitario francés, discutiendo sus orígenes saint-simonianos, se vio llevado a decir que esta
               teoría de la libertad «est à elle seule tout le socialisme» (P. Janet: Saint-Simon et le Saint-Simonisme,
               1878, p. 26, nota). El defensor más explícito de esta confusión es, cosa significativa, el influyente filó-
               sofo del izquierdismo americano, John Dewey, para quien la «libertad es el poder efectivo para hacer
               cosas determinadas», de manera que «la demanda de libertad es la demanda de poder» («Liberty and
               Social Control», The Social Frontier, noviembre 1935, p. 41).

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