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CAMINO DE SERVIDUMBRE

                  El economista, cuya entera tarea consiste en estudiar cómo proyectan efec-
                  tivamente sus asuntos los hombres y cómo podrían hacerlo, es la última
                  persona que puede oponerse a la planificación en este sentido general. Pero
                  no es éste el sentido en que nuestros entusiastas de una sociedad planifi-
                  cada emplean ahora el término, ni tampoco es éste el único sentido en que
                  es preciso planificar si deseamos distribuir la renta o la riqueza con arreglo
                  a algún criterio particular. De acuerdo con los modernos planificadores, y
                  para sus fines, no basta llamar así a la más permanente y racional estruc-
                  tura, dentro de la cual las diferentes personas conducirían las diversas ac-
                  tividades de acuerdo con sus planes individuales.Este plan liberal no es,según
                  ellos, un plan; y verdaderamente no es un plan designado para satisfacer
                  puntos de vista particulares acerca de qué es lo que debe tener cada uno. Lo
                  que nuestros planificadores demandan es la dirección centralizada de toda
                  la actividad económica según un plan único, que determine la «dirección
                  explícita» de los recursos de la sociedad para servir a particulares fines por
                  una vía determinada.
                     La disputa entre los planificadores modernos y sus oponentes no es, por
                  consiguiente, una disputa acerca de si debemos guiarnos por la inteligencia
                  para escoger entre las diversas organizaciones posibles de la sociedad; no es
                  una disputa sobre si debemos actuar con previsión y raciocinio al planear
                  nuestros negocios comunes. Es una disputa acerca de cuál sea la mejor
                  manera de hacerlo. La cuestión está en si es mejor para este propósito que
                  el portador del poder coercitivo se limite en general a crear las condiciones
                  bajo las cuales el conocimiento y la iniciativa de los individuos encuentren
                  el mejor campo para que ellos puedan componer de la manera más afortu-
                  nada sus planes, o si una utilización racional de nuestros recursos requiere
                  la dirección y organización centralizada de todas nuestras actividades, de
                  acuerdo con algún «modelo» construido expresamente.Los socialistas de todos
                  los partidos se han apropiado el término planificación para la de este último
                  tipo, y hoy se acepta, generalmente, en este sentido. Pero aunque con esto
                  se intenta sugerir que es el solo camino racional para tratar nuestros asun-
                  tos, lo cierto es que no se prueba. Es el punto en que planificadores y libe-
                  rales mantienen su desacuerdo.


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