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CAMINO DE SERVIDUMBRE
fuerte tendencia a que una nueva organización internacional lo abarque y
absorba todo; y será, sin duda, una necesidad imperativa contar con algún
organismo universal, con una nueva Sociedad de Naciones. El gran peligro
está en que, si en el intento de confiar exclusivamente en esta organización
mundial, se le encomiendan todas las tareas que parece deseable colocar en
manos de una institución internacional,no se podrán cumplir adecuadamente.
He estado siempre convencido de que esta ambición fue la raíz de la debili-
dad de la Sociedad de Naciones;que en el fracasado intento de abarcar el mundo
entero encontró su debilidad, y que una Sociedad más pequeña y, a la vez,
más poderosa pudiera haber sido un mejor instrumento para el mantenimiento
de la paz.Creo que estas consideraciones valen todavía y que podría lograrse
un grado de cooperación entre, digamos, el Imperio británico, las naciones
de Europea occidental y,probablemente,los Estados Unidos,que no sería posi-
ble a una escala mundial. La asociación relativamente íntima que una Unión
Federal representa no será practicable al principio más allá, quizá, de los lí-
mites de una región tan reducida como la formada por una parte de Europa
occidental, aunque podría ser posible extenderla gradualmente.
Es cierto que con la formación de estas federaciones regionales subsiste
la posibilidad de una guerra entre los diferentes bloques, y que para reducir
este riesgo en todo lo posible tenemos que contar con una organización más
amplia y menos apretada. Mi creencia es que la necesidad de esta otra orga-
nización no constituye un obstáculo para una asociación más estrecha entre
aquellos países que son más semejantes por su civilización,orientación y ni-
veles de vida. Aunque tenemos que hacer todo lo posible para evitar futu-
ras guerras, no debemos creer que podemos montar de un golpe una orga-
nización permanente que haría enteramente imposible todo conflicto en
cualquier parte del mundo.No solo no tendríamos éxito en este intenso,sino
que, probablemente, malograríamos con él nuestras posibilidades de alcan-
zar éxito en una esfera más limitada.Como es verdad respecto de otros gran-
des males, las medidas por las que cabría impedir luchas en el futuro pueden
ser peores que la misma guerra. Reducir los riesgos de fricción capaces de
conducir a la guerra es, probablemente, todo lo que, de una manera razona-
ble, podemos tener la esperanza de lograr.
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