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LAS PERSPECTIVAS DE UN ORDEN INTERNACIONAL
que enseñar, incluso a los más afortunados de los grandes países, como Gran
Bretaña. Todos ganaremos si somos capaces de crear un mundo adecuado
para que los Estados pequeños puedan vivir en él.
Pero el pequeño sólo puede preservar su independencia, en la esfera
internacional como en la nacional,dentro de un verdadero sistema legal que,
a la vez, garantice el cumplimiento invariable de ciertas normas y asegure
que la autoridad facultada para hacerlas cumplir no puede emplear este poder
con ningún otro propósito. Mientras en su tarea de garantizar el derecho
común ha de ser muy poderosa la institución supranacional, su constitu-
ción tiene que haberse proyectado de manera que impida, tanto a las auto-
ridades internacionales como a las nacionales,convertirse en tiránicas.Nunca
evitaremos el abuso del poder si no estamos dispuestos a limitarlo en una
forma que,ocasionalmente,puede impedir también su empleo para fines de-
seables. La gran oportunidad que tendremos al final de esta guerra es que
las grandes potencias victoriosas, sometiéndose ellas mismas las primeras a
un sistema de normas que está en sus manos imponer, adquieran al mismo
tiempo el derecho moral para imponerlas a las demás.
Una institución internacional que limite eficazmente los poderes del Es-
tado sobre el individuo será una de las mayores garantías de la paz.El Estado
de Derecho internacional tiene que llegar a ser la salvaguarda tanto contra
la tiranía del Estado sobre el individuo como contra la tiranía del nuevo super-
estado sobre las comunidades nacionales. Nuestro objetivo no puede ser ni
un superestado omnipotente, ni una floja asociación de «naciones libres»,
sino una comunidad de naciones de hombres libres. Hemos alegado mucho
tiempo que se había hecho imposible comportarse en la forma que conside-
ramos deseable en los asuntos internacionales, porque otros no seguían las
reglas del juego. El convenio al que hay que llegar nos dará la oportunidad
de demostrar que hemos sido sinceros y que estamos dispuestos a aceptar
las mismas restricciones de nuestra libertad de acción que,en el interés común,
pensamos necesario imponer a los demás.
Utilizado con prudencia, el principio federal de organización puede, sin
duda,mostrarse como la solución mejor para algunos de los más difíciles pro-
blemas del mundo. Pero su aplicación es una tarea de extrema dificultad, y
no tendremos, probablemente, éxito en ella si en un intento excesivamente
ambicioso la forzamos más allá de su capacidad.Existirá,probablemente,una
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