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INTRODUCCIÓN
las teorías raciales alemanas. El problema no está en por qué los alemanes,
como tales,son perversos,lo que congénitamente no es probable que sea más
cierto de ellos que de otros pueblos, sino en determinar las circunstancias
que durante los últimos setenta años hicieron posible el crecimiento progre-
sivo y la victoria final de un conjunto particular de ideas, y las causas de que,
a la postre, esta victoria haya encumbrado a los elementos más perversos.
Odiar simplemente todo lo alemán,en lugar de las ideas particulares que ahora
dominan a los alemanes,es,además,muy peligroso,porque ciega contra una
amenaza real a los que caen en ello. Es de temer que, con frecuencia, esta ac-
titud sea tan sólo una especie de evasión, nacida de la repugnancia a recono-
cer tendencias que no están confinadas en Alemania y de la resistencia a exami-
nar de nuevo, y si es necesario a desechar, creencias que hemos tomado de
los alemanes y que nos tienen todavía tan seducidos como a los alemanes
les tuvieron. Ello es doblemente peligroso, porque la opinión de ser tan sólo
la peculiar maldad de los alemanes lo que ha producido el sistema nazi puede
muy bien convertirse en la excusa para imponernos las instituciones que ver-
daderamente han producido aquella maldad.
La interpretación del rumbo de los acontecimientos en Alemania e Italia
que se brinda en este libro es muy diferente de la que han dado la mayor
parte de los observadores extranjeros y la mayoría de los exiliados de aque-
llos países. Pero si esta interpretación es correcta, explicará también por qué
a las personas, como la mayoría de los exiliados y los corresponsales en el
extranjero de los periódicos ingleses y americanos, que sostienen las opi-
niones socialistas que ahora predominan les es casi imposible ver aquellos
acontecimientos en su perspectiva propia. La superficial y errónea opinión
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5. Hasta qué punto las opiniones corrientes en todos los sectores, incluso los más conservado-
res, de un país entero pueden estar teñidas por el izquierdismo predominante entre los corresponsa-
les de su Prensa en el extranjero, lo ilustran bien las opiniones sostenidas, casi unánimemente, en los
Estados Unidos acerca de las relaciones entre Gran Bretaña y la India.El inglés que desee ver los acon-
tecimientos del continente europeo en su verdadera perspectiva debe meditar seriamente sobre la posi-
bilidad de que sus opiniones hayan sido pervertidas precisamente de la misma manera y por las mismas
razones. Esto no significa en modo alguno negar la sinceridad de las opiniones de los corresponsales
norteamericanos e ingleses en el extranjero. Pero a nadie que conozca la índole de los círculos indí-
genas con los que es probable que establezcan estrecho contacto los corresponsales extranjeros,le será
difícil comprender las fuentes de esta parcialidad.
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