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CAMINO DE SERVIDUMBRE

                  en la Rusia comunista y en la Alemania nacionalsocialista. Como resultado
                  de ello, muchos que se consideran infinitamente por encima de las aberra-
                  ciones del nazismo y que odian sinceramente todas sus manifestaciones se
                  afanan a la vez por ideales cuyo triunfo conduciría directamente a la tiranía
                  aborrecida.
                     Todos los paralelismos entre las evoluciones de países diferentes son,por
                  supuesto,engañosos;pero no baso principalmente mi argumentación en estos
                  paralelismos.Ni voy a alegar que estas evoluciones son inevitables.Si lo fueran
                  no tendría sentido escribir sobre ello. Cabe evitarlas si las gentes compren-
                  den a tiempo a dónde les pueden conducir sus esfuerzos.Pero hasta hace poco,
                  apenas podían ponerse esperanzas en el éxito de cualquier intento para
                  hacerles visible el peligro. Parece, sin embargo, como si el tiempo hubiera
                  madurado para una discusión plena de toda la cuestión. No sólo se reconoce
                  ahora en general el problema, sino que hay, además, razones especiales que
                  nos obligan en esta coyuntura a enfrentarnos directamente con la cuestión.
                     Se dirá quizá que no es ésta la oportunidad para plantear una cuestión
                  sobre la cual chocan violentamente las opiniones. Pero el socialismo del que
                  hablamos no es cosa de partido, y las cuestiones que aquí discutiremos
                  tienen poco que ver con las que se disputan entre partidos políticos.No afecta
                  a nuestro problema que algunos grupos puedan desear menos socialismo
                  que otros, que unos deseen el socialismo en interés principalmente de un
                  grupo y otros en el de otro. Lo importante es que si consideramos las gentes
                  cuyas opiniones influyen sobre la evolución de los acontecimientos, todos
                  son ahora, en cierta medida, socialistas en Inglaterra. Si ya no está de moda
                  subrayar que «todos somos socialistas ahora»,es simplemente por ser un hecho
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                  demasiado obvio. Apenas nadie duda que tenemos que continuar movién-
                  donos hacia el socialismo, y la mayor parte de las gentes trata tan sólo de
                  desviar este movimiento en interés de un grupo o clase particular.
                     Nos movemos en esta dirección porque casi todos lo desean. No existen
                  hechos objetivos que lo hagan inevitable. Algo diremos luego acerca de la
                  supuesta inevitabilidad de la «planificación».Pero lo principal es saber a dónde
                  nos conducirá ese movimiento. Pues si las personas cuyas convicciones le



                     3. [El estadista liberal del siglo XX, Sir William Vernon Harcourt (1827-1904) es el autor de la
                  frase: «Ahora todos somos socialistas.» —Ed.]

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