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A. Esta persona oye la Palabra del evangelio y...


                       i. ...la entiende,
         Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta,
                                                y a treinta por uno. [Mat 13.23]
                       ii. ...la recibe,
            Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a
                                             sesenta, y a ciento por uno. [Mar 4.20]


                       iii. ...la retiene,
           Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con
                                                   perseverancia. [Luc 8.15]
                       iv. ...y da fruto con perseverancia.
           Mas la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con
                                                   perseverancia. [Luc 8.15]


                B. Hemos de entender que la tierra del corazón de uno se hace “buena” a través de la
         preparación por el sembrador. No hay nadie que tenga un “buen corazón” naturalmente (Rom 3.9‐12).
         Hay que prepararlo con el arado de la Ley.


                       i. Ningún agricultor tiraría semilla sobre tierra que todavía está dura. Primero usa el
         arado para quebrar la tierra, levantarla y suavizarla. Al ararla se descubren también las piedras que
         tendrán que quitarse antes de sembrar la semilla.


         ii. La Ley de Dios en la boca del evangelista es como el arado en la mano del labrador (el que quiere
         sembrar la semilla y ver una buena cosecha).


                 Porque así dice Jehová a todo varón de Judá y de Jerusalén: Arad campo para vosotros, y no sembréis
                                                     entre espinos. [Jer4.3]
                               a. Al enseñarle la Ley al pecador—al darle un entendimiento de lo que la Ley
         moral de Dios dice—uno está quebrando la tierra dura de su corazón inconverso.


                               b. El arado es duro y afilado. Se mete fácilmente en la tierra y la quiebra, la
         levanta y le da vuelta suavizándola y preparándola para recibir la buena semilla del evangelio.


         iii. Este es el “uso legítimo” de la Ley de Dios—la Ley moral que se expresa en los diez
         mandamientos. Se usa en el evangelismo para darle al pecador el conocimiento de sus pecados
         delante del Creador (o sea, para preparar la tierra del corazón para recibir la semilla del evangelio de
         la gracia de Dios).


          Pero sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino
         para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas
         y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos
          y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina, según el glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha sido
                                                  encomendado. [1Tim 1.8‐11]
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