Page 12 - Edición Marzo Mes de la Mujer - Mandrágora
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¡Cómo me temblaban las piernas! Sobre él como una máquina,
entendiendo mis percepciones, cada curvatura tenía una razón. Los
espejos en el techo, la manía mía de moverme en círculos, en ochos; en
realidad, debía ser por el libro «Las edades de Lulú», igual que como
cuando se hacían las sopas en olla. El ocho es simplemente todo; círculo
infinito de revelaciones en el punto del placer. Excitada hasta dilatarme,
me saqué la blusa, miré sus ojos y le dije: «Se cagó».
Ver mi cuerpo desnudo en todos esos espejos resultó muy excitante, y,
claro, el cuerpo de Chico a mi lado aumentaba la presión de mis arterias
en formas inexplicables. Pudo convertirse en un eterno devenir, e
hicimos cosas. Le pedí que me destrozara. Mi edad había perdido
sentido en esta confrontación. Me sentí una niña, me entregué como una
perra. Me abrí completa y dejé que me usara a su manera.
El grito de la serpiente en mis muslos anuncia llegadas inesperadas,
siembra en blanco un nuevo dolor.
Esta sonrisa no es la mía, habítame.
Méteme. Mátame.
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