Page 37 - Rassinier Paul La mentira de Ulises
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RASSINIER : La mentira de Ulises
CAPÍTULO II
LOS CÍRCULOS DEL INFIERNO
El 30 de junio de 1937, Buchenwald no era más que lo que indica su nombre: un
bosque de hayas, un lugar asentado sobre una colina de las estribaciones del Harz, a nueve
kilómetros de Weimar. Se ascendía allí por un sendero rocoso y serpenteado. Un día, llegaron
unos hombres en coche hasta el pie de la colina. Subieron a pie a la cumbre, como en una
excursión. Inspeccionaron minuciosamente el lugar. Uno de ellos señaló un calvario, y
después se marcharon tras tomar un buen desayuno al pasar de nuevo por Weimar.
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-- Unser Fürher wird zufrieden sein ( ) – declararon.
Algún tiempo después llegaron otros. Estaban encadenados de cinco en cinco y
formaban un destacamento de cien unidades, rodeado por una veintena de la S.S., con el arma
empuñada; ya no había más sitio en las prisiones alemanas. Treparon como pudieron por el
sendero, entre insultos y golpes. Al llegar extenuados a la cumbre, fueron enviados al trabajo
sin transición. Un grupo de cincuenta montó las tiendas para la S.S., mientras el otro
colocaba un círculo de alambradas de tres líneas de altura y unos cien metros de radio. Esto es
todo lo que pudo hacerse el primer día. Se comió de prisa, y casi sin parar el trabajo, un
ligero bocadillo y, por la noche, muy tarde, se durmió en el mismo suelo, enrollado en una
manta delgada. Al día siguiente, el primer grupo de cincuenta descargó durante toda la jornada
materiales de
[66] construcción, y unas piezas de madera para barracones, que lograban llevar hasta la mitad
de la colina unos pesados tractores; desde allí hasta la cumbre, al interior de las alambradas, se
los subió cargados a la espalda. El segundo grupo, derribó árboles para hacer un claro. Este
día no se comió pues sólo se habían tomado provisiones para una jornada, pero por la noche
se durmió mejor, al abrigo de los ramajes y entre la espesura de las pilas de tablas.
A partir del tercer día, las piezas de los barracones empezaron a llegar a un ritmo
acelerado y a acumularse en medio de la pendiente. Junto a ellas se encontraban unas baterías
de cocina, numerosos trajes rayados, herramientas y algunos víveres. La S.S. hizo saber en su
informe diario que con cien hombres no lograrían descargar a medida que fuese llegando el
material; se le envió otros más. Los víveres resultaban insuficientes. Al finalizar la semana,
discutieron unos cincuenta de la S.S. con un millar de detenidos a los que no sabían dónde
alojar por la noche, a los que apenas podían alimentar y en medio de los cuales estaban
desbordados en la organización del trabajo. Habían formado varios grupos o comandos y a
cada uno le habían asignado una tarea específica: primero la cocina de la S.S. y el
mantenimiento de su campo, luego la cocina de los detenidos, el montaje de los barracones, el
transporte de materiales, la organización interior y la contabilidad. Todo este se denominaba
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Nuestro Führer estará contento.
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