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RASSINIER : La mentira de Ulises



                            Habría que añadir todavía algunas particularidades sobre la emblemática de los
                       internados: el triángulo rojo con una barra transversal lo llevan los que han sido enviados al
                       «Kazett» por segunda o tercera vez, tres puntos negros en un brazalete con fondo amarillo y
                       blanco los ciegos, etc. Por último, los que entonces se denominaban Wifos: el mismo círculo
                       que los presidiarios, pero habiendo sido reemplazada en él la «Z» por una «W». Estos últimos
                       eran, en un principio, trabajadores voluntarios. Habían sido empleados por la empresa Wifo
                       que fue la primera en dedicarse a la construcción de las «Vergeltungsfeuer», las famosas V1,
                       V2, etc. Un buen día, y aparentemente sin motivos, recibieron los trajes rayados y fueron
                       metidos en campos de concentración. El secreto de las V1 y V2 salía de la fase de ensayo,
                       para entrar en la vía de la producción intensive y era preciso que este no circulase libremente,
                       ni siquiera entre la población alemana: así fueron internados por razón de Estado. Los Wifos
                       constituían la población más miserable del campo: continuaban cobrando su salario, del que
                       les era remitido al campo la mitad, y el resto era enviado a sus familias. Tenían derecho a
                       conservar los cabellos largos, a escribir cuando les pareciese, con la condición de no revelar
                       nada sobre la suerte en que se encontraban y, como eran los más afortunados, introdujeron el
                       mercado negro en los campos e hicieron subir los precios.
                            En cuanto a la población se refiere, los campos de concentración son pues verdaderas
                       torres de Babel en las que chocan entre sí las individualidades por sus diferencias de
                       nacionalidad, de origen, de condena y de condiciones sociales anteriores. Los delincuentes
                       comunes odian a los políticos, a los que no comprenden, y éstos les pagan en la misma
                       moneda. Los intelectuales miran por encima a los obreros manuales, y éstos se alegran de
                       «verlos trabajar por fin». Los rusos envuelven en el mismo desprecio de hierro a todo el
                       Occidente. Los polacos y los checos no pueden ver a los franceses, a causa de Munich, etc. En
                       el terreno de las nacionalidades, hay afinidades entre los eslavos y los germanos, entre los
                       germanos y los italianos, entre los holandeses y los belgas, o entre los holandeses y los
                       alemanes. Los franceses, que llegamos los últimos y nos afanamos por recibir los majores
                       paquetes de víveres, somos despreciados por todos excepto por los
                       [76] belgas, suaves, francos y buenos. Se considera a Francia como un país de jauja, y a sus
                       habitantes como sibaritas degenerados, incapaces de trabajar, que comen bien y sólo se
                       preocupan de hacer el amor. A estos agravios, los españoles añaden los campos de
                       concentración de Daladier. Recuerdo haber sido acogido en el bloque 24 de Dora por un
                       vigoroso:
                            -- ¡Ah!, franceses, ahora ya sabéis lo que es un campo. ¡No es ningún mal, así
                       aprenderéis!
                            Eran tres españoles (en Dora había 26 en total) que habían sido internados en Gurs en
                       1938, enrolados en las compañías de trabajo en 1939, y enviados a Buchenwald al día
                       siguiente de la batalla de Rethel. Afirmaban que el trabajo era la única diferencia entre los
                       campos franceses y los campos alemanes, los otros tratamientos y la alimentación eran, en
                       todos los puntos semejantes, casi igual. Incluso añadían que los campos franceses eran más
                       sucios.
                            ¡Oh, Jircszah!


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                            La S.S. vive en un campo paralelo. En general, hay una compañía. Al principio, era
                       una compañía de instrucción para jóvenes reclutas, y sólo formaban parte de ella los alemanes.
                       Más tarde hubo también de todo en la S.S.: italianos, polacos, checos, búlgaros, rumanos,
                       griegos, etc. Habiendo acabado por imponer las necesidades de la guerra el envío de los
                       jóvenes reclutas al trente, con una instrucción militar limitada, o incluso sin ninguna
                       preparación especial, los jóvenes fueron reemplazados por viejos, gente que ya había hecho la
                       guerra de 1914-18, y en los cuales apenas había marcado su infuencia el nacionalsocialismo.
                       Estos eran más indulgentes. En los dos últimos años de la guerra, al resultar insuficiente la
                       S.S., fueron destinados a la guardia de los campos los desechos de la Wehrmacht y de la
                       Luftwaffe, que no podían ser empleados en otra cosa.
                            Todos los servicios del campo tienen su prolongación en el campo de la S.S., en el
                       que todo está centralizado y de donde parten directamente hacia Berlín, a los servicios de




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