Page 279 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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268       Parte  II. — Doctrina espiritual de Abenarabi
        dad musulmana y que en las páginas de este estudio hemos procurado
        mostrar. Llegamos con esto al carácter más típico de la ascética y mís-
        tica de Abenarabi. El balance que los cotejos parciales arrojan no pue-
        de ser más significativo: desde la doctrina agustiniana de la gracia, has-
        ta las altas especulaciones de la unión transformante, todo  el largo y
        complicado proceso de la vida espiritual—métodos de purificación y
        mortificación, instrumentos de perfección, grados de iluminación, mo-
        radas y estados  místicos,  carismas— ,  lleva  el  sello  inconfundible
        de su origen cristiano y monástico. Así se comprende la profunda ver-
        dad subjetiva que encierra la paladina confesión de Abenarabi, cuando
        declara que al método sufí le condujeron estos tres solos guías espi-
        rituales: Moisés, Jesús y Mahoma (1). Pero de todos tres, si Mahoma
        es "el sello de la profecía", Jesús es el sello de la absoluta santidad y
        el arquetipo de  la perfección, porque su alma, creada, como  la de
        Adán, inmediatamente por Dios, fué ya santa al nacer y perfecta por
          (1)  Fotuhat, IV, 219: "Cuando Dios nos llamó hacia  El, dimos oído a su
        vocación durante algún tiempo; pero luego nos sobrevino  la tibieza, esa tibie-
        za que es bien sabido para las gentes de Dios que asalta en  el camino de la
        virtud a todos los que comienzan a recorrerlo. A este estado de tibieza sigue
        después, o bien un retorno  al estado primitivo de devoción y fervor— y esto
        les sucede a las almas que son objeto de una singular providencia divina—o bien
        una persistencia continuada en dicha tibieza, de  la que ya jamás  el alma se
        libra. Pues bien: cuando nos asaltó aquella tibieza primera y de nuestro espí-
        ritu se apoderó, vimos en un momento de crisis a Dios que nos leía estos ver-
        sos del Alcorán  (VII, 55-56): "El es quien envía los vientos, heraldos precur-
        sores de su misericordia, que transportan  las nubes cargadas de  lluvia, y las
        empuja hacia la tierra muerta de sed, para hacer caer sobre ella  el agua." Y
        añadió luego: "Y en  la buena tierra germinan tas plantas, con licencia de su
        Señor." Entonces, conociendo que a mí mismo se refería este versículo, me dije:
        "Alude sin duda, con estas palabras que me ha leído, a la primera gracia con
        que Dios me guió por mano de Jesús, Moisés y Mahoma, puesto que nuestro
        retorno a este camino de la perfección fué debido a  la buena nueva que nos
        envió Dios por ministerio de Jesús, Moisés y Mahoma, heraldos precursores de
        su misericordia, esto es, de su singular providencia para con nosotros, a fin de
        que transportando las nubes cargadas de lluvia, que significa las gracias reite-
        radas, las empujasen hacia  la tierra muerta, que soy yo, e hicieran caer sobre
        ella  el agua y producir toda clase de frutos, es decir,  las luces divinas para
        cooperar a la gracia y practicar la virtud y enamorarse de Dios."
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