Page 282 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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La formación española de Abenarabi 271
nes, sacrificados en aras del amor de solo Dios, con el cual es incom-
patible todo otro amor, también se inspira en igual criterio de sobrie-
dad cristiana, ajeno por completo a la turbia sed de exhibicionismos
milagreros.
Esta doble y equívoca psicología de Abenarabi, mixta de cristiana
austeridad y de iluminismo teúrgico, obedece quizá a la también doble
formación de su espíritu. Aunque el islam, por la unidad lingüística
de su vehículo de cultura, el árabe, poseía en el siglo xn una cierta
unidad de pensamiento religioso, es, sin embargo, notorio que a las
tierras occidentales no llegaban con igual rapidez que a las orientales
los contagios extracristianos antedichos. El islam español, mucho más
conservador que el oriental por su mayor aislamiento y lejanía respec-
to del foco innovador, mantuvo casi incólume su espiritualidad primi-
tiva, inspirada en la doctrina neoplatónica y cristiana del iniciador, el
cordobés Abenmasarra (1). La escuela de este místico conservó reli-
giosamente sus ideas y métodos ascéticos en diferentes regiones de
Alandalus: Sevilla, Córdoba, Almería y los Algarves. Los principales
maestros de ella, Abulabás Benalarif, Abumedín, Abulcásim Bencasi y
Benbarrachán, consignan en sus libros los teoremas místicos del fun-
dador (2). Abenarabi, años más tarde, se forma siguiendo sus hue-
llas (3). El Fotuhat y el Mawaqui abundan en citas concretas de los
libros de aquellos cuatro autores (4). Por otra parte, una turba de as-
cetas y místicos españoles, contemporáneos de Abenarabi, inician a
éste con su ejemplo en los métodos tradicionales del sufismo oriental
ortodoxo, adaptados ya a la idiosincrasia del temperamento andaluz,
más refractario que el oriental a las extremosidades del ocultismo (5).
Esta formación primera, adquirida en España, antes de su expatria-
(1) Cfr. Asín, Abenmasarra y su escuela, 78.
(2) Ibidem, 107.
(3) Ibidem, 111.
(4) Cfr. supra, parte primera, II, sobre Abumedín; respecto de Benalarif,
cfr. Fotuhat, I, 119, 227, 297, 363; II, 128, 421, 811; III, 520; IV, 105, 117, 714;
acerca de Bencasi, cfr. Fotuhat, I, 176, 388, 407; III, 8, 9, 31, 465; IV, 164; so-
bre Benbarrachán, cfr. Fotuhat, I, 75, 388; II, 136, 859; III, 101; IV, 282.
(5) Cfr. supra, parte primera, I, II, III, y Risalat al-cods, III.