Page 313 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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302         Parte III.—Textos: A mr, 81, 82, 83
        a El; y quien a los demás les guía por este camino, tiene que ser asi-
        piismo  el señor de los guías, el más perfecto y respetable de ellos; y
        quien por ese camino marcha, tiene que ser también el más feliz y di-
        choso de los caminantes. Conviene, en efecto, por eso, que el discreto
        no ande por otro camino que por éste que con la felicidad eterna está
        enlazado.
          Debes saber también que la gente del camino de Dios abarca dos
        clases de personas: los que a otro dan crédito y  le siguen, y los que
        de otro son creídos y seguidos. El que sigue es el novicio, el caminan-
        te, el discípulo. El seguido es el maestro espiritual, el profesor, el que
        enseña. Mas igual da que este maestro espiritual tenga realmente se-
        cuaces, como que nos los tenga. Lo único que se quiere decir es que
        lo merezca, que tenga aptitud para el magisterio y la dirección espiri-
        tual, por haber alcanzado ya de manera estable tal grado de perfección,
        que le permite pasarse sin depender de otro para su formación espi-
        ritual propia.
          Mi propósito, pues, en esta improvisación, es explicar en qué con-
        siste  el grado del magisterio espiritual y sus condiciones propias,  el
        grado del novicio y las suyas, así como también todo lo que deben
        practicar cuantos siguen  el camino de Dios y de qué manera deben
        tratarse unos con otros. Por eso he titulado este opúsculo "La regla
        taxativa que fija las condiciones que deben cumplir los que siguen el
        camino de Dios." Porque la época actual está repleta de pretensiones
        mendaces: ni hay novicio sincero que ande con pie firme por este ca-
        mino, ni tampoco maestro de espíritu que sea veraz en sus consejos
        y lo saque de la imbecilidad en que su alma vive, de la vanidad de su
        propia opinión, para mostrarle cuál es el camino de Dios. El novicio
        presume de maestro y de  jefe. Y todo esto  es embrollo y confu-
        sión [82].
          Debes saber que la misión de llamar las almas a Dios es la misión
        propia del maestro de espíritu, la cual realmente es la misma del pro-
        feta y de todo el que hereda de modo perfecto la misión de éste. Quien
        llena esta misión, se llama profeta, en la época de la profecía, y se lla-
        ma maestro de  espíritu, heredero  del  profeta, profesor, cuando  se
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