Page 318 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Las conferencias ascéticas 307
"Guárdate de tu enemigo una vez y de tu amigo mil veces,
Porque es fácil que el amigo rompa contigo y estará más enterado que
nadie de los medios de dañarte."
Debe por eso el maestro reducir a ese novicio al estudio de las doc-
trinas exotéricas de la religión y a la práctica de las devociones pro-
pias del vulgo profano, cerrando toda puerta de comunicación entre
él y el resto de sus hijos espirituales que con él conviven, pues no hay
cosa más perjudicial [86] para el novicio que la compañía del extraño
y hostil.
De aquí que el maestro deba dar tres diferentes clases: clase para
el vulgo, clase para todos sus novicios en común y clase especial para
cada novicio por separado. En cuanto a la primera, hará mal si per-
mite ni siquiera a uno de sus novicios el asistir a ella, pues si se les
permite, les perjudicará. En esa clase para el vulgo profano, es con-
dición inexcusable del maestro que no se salga de la simple enumera-
ción de los estados místicos y carismas que son secuela del trato con
Dios, limitándose a ponderar la fiel observancia y el respeto de los
amigos de Dios para con la ley religiosa. En la clase para los novicios
en común, no debe salirse de los efectos que producen en el alma la
oración mental, el retiro espiritual y la disciplina ascética, explicán-
doles los varios caminos a que alude el versículo alcoránico antes ci-
tado (Alcorán, XXIX, 69): "Los dirigiremos por nuestros senderos."
Finalmente, en la clase particular para cada novicio por separado, debe
limitarse a reprenderle, corregirle y amonestarle, haciéndole ver que
el estado de alma que el novicio le confiesa es un estado de imperfec-
ción, un estado ruin, llamando su atención acerca de la detestable ma-
licia de sus aspiraciones imperfectas, a fin de que no se ilusione res-
pecto de su estado.
Debe también el maestro tener sus momentos consagrados a su
Señor. Es cosa indispensable. Que no se fíe de la fuerza ya adquirida
para conservar la presencia de Dios. El mismo Profeta acostumbraba
a decir: "Tengo mis momentos en los que en mi alma no hay cabida
para nada que no sea mi Señor." Y esto debe ser así, porque el alma