Page 321 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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310 Parte 111.— Textos: Amr, 88, 89
No deje que los novicios se reúnan jamás, sin estar él presente,
sino únicamente cuando él personalmente los reúna. Si los deja reunir-
se [88] sin estar él presente, les perjudicará.
Evite el maestro que el novicio se entere de cualquiera de sus mo-
vimientos, que descubra sus íntimos secretos, que lo sorprenda dur-
miendo, comiendo, bebiendo, etc., y cuide siempre de aparecer ante los
novicios vestido en la más decorosa forma, pues cuando el novicio
se da cuenta de cualquiera de esas cosas, decae a sus ojos el presti-
gio del maestro, a causa de la debilidad espiritual del novicio.
No debe permitirle asistir a las sesiones de canto religioso en ma-
nera alguna. Y así, cuando vea que el discípulo ha salido de su cel-
da, pregúntele por qué causa ha salido: si salió para ir a hacer la
ablución litúrgica, está bien; pero si su salida obedeció a algún caso
de conciencia que le sobrevino y que deseaba exponer a su maestro,
deberá éste reprenderle y decirle: "Cuando quieras reunirte conmigo
por algo que te ocurra, no tienes más que buscarme interiormente con
sinceridad espiritual y dirigir tu intención hacia mí, para que yo
me mueva a venir a verte, sin que tú abandones tu celda." Y castigúe-
le por ello, privándole, durante el tiempo que le parezca, de su trato
y apartándolo de sí, pues de esta manera aumentará seguramente la
pureza de intención del novicio (1). Nos refirió Auhadodín Hámid
ben Abulfájar el Carmaní, en la ciudad de Conia, en el mes de safar,
del año 602, lo siguiente: "Había entre nosotros un hombre que se
llamaba Abuyúsuf el Hamadaní, el cual hacía setenta y tantos años
que estaba consagrado al oficio de maestro espiritual y gozaba de
gran prestigio. Cierto día, estando en su celda, le sobrevino inopina-
damente la idea de ponerse en movimiento. El no tenía costumbre de
salir de su celda más que para ir a la clase de los novicios en común;
pero aquella idea de moverse íbase intensificando, y aunque él no sa-
bía adonde debía marchar, montó en su asno y lo dejó ir en la direc-
ción en que quisiera Dios encaminarlo. Salió, pues, andando con el
asno, hasta que estuvo en las afueras de la ciudad y comenzó a cami-
(1) Cfr. Risalat al-cods, § 2.