Page 324 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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El cambio de maestro       313
       novicio en situación desesperada, sin encontrar medio de salvación,
       sin lograr resultado alguno útil.
          Todo esto que decimos, únicamente lo hará el maestro con los no-
       vicios que se han de consagrar a la vida de soledad y de oración men-
       tal, que son cabalmente los que, según antes dijimos, no asisten a las
       clases que el maestro da para el vulgo profano ni conversan entre sí
       unos con otros. Si se trata de los novicios que asisten a las clases para
       el vulgo y que se pueden reunir unos con otros, no hay nada de lo di-
       cho. Tratándose de esos novicios, ya no hay inconveniente alguno en
       que visiten a otros maestros de espíritu, para impetrar por su medio
       las bendiciones del cielo, ni  al maestro propio cabrá imputarle culpa
       alguna por ello.
          El más grave daño que en el otro caso resulta es que aquel no-
       vicio no tiene ya otro remedio que volver al mundo, y en su trato con
       los mundanos murmurará del maestro y de sus hermanos, diciendo que
       si en medio de ellos hubiese encontrado la verdad, no los habría aban-
       donado. Con eso se ilusiona creyendo que está exento de toda falta y
       contribuye además a que los mundanos crean que también  ellos  lo
       están. En esto no decimos cosa alguna que no hayamos visto. Debe,
       por lo tanto,  el maestro cerrar esa puerta, aunque tan sólo para esa
       clase de novicios, y no para los discípulos que todavía se dedican a
       la disciplina puramente ascética, pues para éstos el trato con la gente,
       soportando con paciencia sus molestias e injusticias, es uno de los ejer-
       cicios propios de la mortificación del alma. Nos referimos, pues, úni-
        camente a los que ya se consagran a la soledad.
          Cree  el vulgo y también  los novicios insinceros que, cuando  el
        maestro prohibe a sus discípulos visitar a otros maestros y conversar
        con los discípulos de éstos, lo hace tan sólo por orgullo y envidia;
        pero todo eso es falso y pura invención contra los maestros de espíri-
        tu. No es ésa su condición moral. Cabalmente, cuando el maestro vea
        que hay otro maestro superior a él en perfección, tiene la obligación
        de ponerse él mismo con todos sus discípulos bajo la dirección de ese
        otro maestro, pues con esa bien aconsejada decisión atiende a su sa-
        lud propia y a la de los novicios, y si no obra así, mostrará que ni es
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