Page 329 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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        curarse manjares lícitos, coma en caso de necesidad los que en otro
        caso le serían ilícitos, v. gr., la carne mortecina.
           Es condición también del novicio que no contradiga las palabras
        de su maestro, aunque sea él quien tenga razón, pues el maestro tan
        sólo dice lo que es útil para la salud espiritual del novicio. Aténgase,
        pues, a lo que le diga, sin discutir ni disputar con  él, pues cuantas
        veces caiga en alguna de estas faltas o simplemente le ocurra la idea
        de poner en tela de juicio lo que su maestro dice, aunque sólo lo haga
        para sus adentros, es igual que si le contradijera realmente, y el con-
        tradecir al maestro les está prohibido a los novicios, porque novicio
        que contradice, está dominado por Satanás, sigue  el dictado de su
        propia pasión y su malicia es evidente, a juicio de los más ilustres
        maestros en  el camino de Dios. Indicio de mal agüero será, en este
        punto, que si al novicio le nacen movimientos de cosas lícitas (ya que
         movimientos ilícitos no es viable que le ocurran) y el maestro se los
        prohibe, se empeñe el novicio en demostrarle que le son lícitos, adu-
         ciendo como argumento textos de sabios autores en favor de la cues-
        tión aquélla. Ese tal no se salva. Tenga por segura su perdición. Pi-
         damos a Dios que de eso nos libre.
           En los problemas de moral y derecho canónico, es condición del
         novicio rechazar las soluciones discutibles y adoptar  las aceptadas
         unánimemente por los doctores.  Si en alguna cuestión no encuentra
         unanimidad, escoja la opinión más segura, la más conveniente para la
         salud del alma, la más estrecha, pues si se inclina a la más benévola,
         es que sigue el dictado de su propia pasión (1).
           Sométase dócilmente a la autoridad de las personas que su maes-
         tro le ordene, aunque sean menos instruidas que él.
           Debe también desprenderse de todo afecto a las riquezas y a los
         honores. La renuncia de los honores le será mucho más difícil de con-
         seguir, que la de las riquezas.
           Es también condición del novicio, que esté convencido de que su
           (1)  Cfr. San Juan de la Cruz, Avisos y sentencias espirituales, núm. 352:
         "Reine en  tu alma siempre un estudio de inclinarse, no a lo  fácil, sino a  lo
         más dificultoso; no a lo más gustoso, sino a  lo más desabrido."
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