Page 331 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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320 Parte III.— Textos: Amr, 95, 96
iluminación divina y no de su propia alma, y así, ya no es él respon-
sable de tal movimiento. Eso no quita, sin embargo, para que esté
obligado, tan pronto como vuelva en sí, a sentarse inmediatamente,
pues si no lo hace y continúa en la misma actitud, será un hipócrita. Y
todo lo que de su persona se le desprenda (1) en el estado de éxta-
sis, no debe ni recogerlo ni rechazarlo, sino dejarlo a la voluntad de su
maestro. Este, por su parte, no debe devolvérselo al novicio, ni permi-
tir tampoco que los presentes se apoderen del hábito de aquel novicio
para atraerse así las bendiciones del cielo, pues en ello habría grave
peligro de daño espiritual para el novicio. Antes bien, debe entregar
el hábito al cantor, y luego reprender al novicio por aquel movimien-
to, a pesar de que lo realizó en la inconsciencia del éxtasis, pues esa
reprensión le será útil para fortalecer en su alma la presencia de Dios
y las santas aspiraciones y así su disposición espiritual irá subiendo
de grado y serán más sublimes las iluminaciones que de Dios reciba.
Es también necesario que el novicio crea que su maestro está siem-
pre dentro de la ley de Dios y que de su Señor toma la dirección de
sus actos. No debe, por lo tanto, el novicio pesar con su propia ba-
lanza los estados de alma de su maestro, pues a las veces el maestro
hará cosas que en la apariencia serán vituperables, pero que en la
realidad esotérica son laudables y que es preciso admitir como tales.
¡Cuántas veces un hombre tomó una copa de vino en su mano y se la
llevó a la boca, y Dios le cambió el vino en miel, mientras que quien lo
miraba creía que aquel hombre era un bebedor de vino, a pesar de que
era miel lo que bebía! Como este caso hay muchos [96]. Nosotros he-
mos visto a uno que revestía su propio espíritu con un cuerpo de la for-
ma misma que su cuerpo personal y lo hacía realizar determinados ac-
tos, y al ver los que estaban presentes que realizaba aquel acto, decían:
"Hemos visto a fulano hacer tal y cual cosa", mientras él realmente
estaba muy lejos de realizar tal acto. Esta era la manera de ser de
Abuabdala de Mosul, conocido por el apodo de Cadib Albán (2), y
(1) Alude a sus prendas de vestir.
(2) Cfr. supra, parte primera, III, págs. 85, 86.