Page 336 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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La fidelidad al maestro     325
        que había ocultado en la habitación y queriendo significar con la fra-
        se "lo he matado" que había mortificado sus pasiones; de modo que
        en realidad no mintió  el maestro, aunque  el discípulo creyó que  el
       otro estaba metido en el saco. Díjole [99] entonces el maestro: "Esto
        es un secreto. Guárdamelo, pues, y vente conmigo a enterrar este de-
        gollado que está en este saco." Y entre los dos lo enterraron en la
        casa. Dedicóse desde entonces el maestro a molestar continuamente a
        aquel discípulo presuntuoso, haciendo todo lo posible para que se mar-
       chara. Vino entretanto  el padre del discípulo secuestrado a pregun-
        tar por su hijo al maestro, el cual le dijo que allí estaba, en su casa;
       y el hombre se marchó. Cuando ya las molestias del maestro al dis-
       cípulo presuntuoso se le hicieron a éste insoportables por su número,
       se fué a casa del padre del novicio secuestrado y le refirió que el maes-
       tro  le había dado muerte y lo había enterrado con su ayuda. Elevó
       después la denuncia del hecho al sultán, el cual vaciló sin osar decidir
       sobre aquel asunto, porque conocía bien la respetabilidad del maestro,
       y así, avisó para que vinieran el cadí y los alfaquíes. El discípulo se
       desató ante ellos en injurias contra el maestro, aduciendo sus prue-
       bas testificales, hasta presentar  el saco; pero entonces vieron palpa-
       blemente que lo que había dentro era  el carnero, y, sacado después
       de su encierro el discípulo secuestrado, quedó confuso y lleno de ver-
       güenza el presuntuoso novicio, que se arrepintió de lo que había he-
       cho, cuando ya el arrepentimiento de nada le servía.
          Es también condición del novicio que no guarde en su alma afecto
       alguno para nadie más que para su maestro, pues no encontrará apo-
       yo en nadie más que en  él.
          En suma, la regla en que se cifran todas las condiciones del no-
       vicio, es ésta: que no se mueva ni se esté quieto, si no es por orden
       de su maestro. Este es el compendio de su negocio.
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