Page 341 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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330 Parte III.—Textos: Amr, 102, 103
que no admiten el canto religioso, pues si está presente, les cohibirá
el saber que disiente de ellos porque es de espiritualidad más intensa
que la suya. Al alma, en efecto, no le repugna el canto religioso, el
cual por su misma naturaleza física lo reclama; pero esto es, si el alma
no ve palpablemente otro estado espiritual de más alta perfección que
el producido por el canto, pues tal estado, por su mayor sublimidad,
ejercerá su predominio e imperio sobre las almas de los oyentes. Es,
por tanto, indispensable que los oyentes todos sientan unánimes, como
si tuviesen un solo y el mismo corazón. Si fuese posible que el cantor
perteneciera a la misma comunidad de los oyentes o [102] que, por lo
menos, fuese de aquellos que simpatizan con los sufíes, sería bueno.
Si el cantor, por el contrario, es del vulgo profano, deberán colmarlo
generosamente de regalos, procurarle los medios para que viva cómo-
damente y tratarlo con gran afabilidad, a fin de captarse sus simpa-
tías para con la comunidad y el grupo, pues las almas espontánea-
mente se inclinan al amor de quien les hace favores.
No deben pedirle al cantor ninguna canción determinada, sino que,
cuando en medio de la sesión de canto les parezca notar en el cantor
fastidio o negligencia, háganle callar para que descanse y ocúpense
ellos entretanto en sus propias almas y en el placer espiritual que les
embarga; si en la comunidad hubiera alguien que pudiese sustituirle
en el canto, bien; pero si no, pónganse a practicar el ejercicio del rezo
de jaculatorias a una sola voz y con un mismo tono y ritmo, pues este
ejercicio devoto es, a juicio de los maestros, mucho mejor que el canto
del cantor y de más altos y excelentes frutos espirituales, para quien
tenga corazón capaz de contemplar, cuando oye lo que Dios le dice.
Cuando el cantor se ponga a cantar y comiencen a experimentar
los oyentes las emociones místicas y de sus almas se apodere la in-
tensa impresión del éxtasis que busca el encuentro de Dios y se con-
muevan los cuerpos por efecto de la pasión amorosa con que su espi-
ritualidad ansia llegar al sublime pleroma (1) y a lo que por encima
(I) El pleroma (en árabe "Ü^JO, es el mundo de los espíritus, es de-
cir, el cielo.