Page 342 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
P. 342

El reparto del hábito
       de él existe (1), en la medida que lo permita la energía espiritual y el
       grado de perfección de cada cual, entonces  el que haya caído en  el
       éxtasis debe,  al salir de  él, examinar cuál haya sido la causa de su
       emoción extática. Si la causa fué una idea sugerida a su espíritu por
       las palabras del cantor, y de la fuerza de la emoción se le cayó alguna
       prenda del hábito, ésta le corresponde exclusivamente al cantor, pues
       el botín del muerto pertenece al matador; pero si  el cantor es afecto
       a la comunidad, entonces ésta debe tomar el hábito para  sí, aunque
       de ando que el cantor escoja antes lo que le plazca sin regatearle cosa
         ;
       alguna, pues los sufíes deben ser generosos y liberales; y una vez que
       hayan contentado al cantor, distribuyanse entre toda la comunidad  el
       hábito,  a fin de atraerse con él las bendiciones del cielo. Si la causa
       de la emoción extática no lo fueren las palabras del cantor, entonces
       el hábito es de la comunidad, pero siempre en el supuesto de que  el
       sujeto sea sincero y no mendaz en su pretensión extática, de manera
       que la comunidad no pueda sospechar que la caída de la prenda fué
       simulada. Si el sujeto de la emoción extática es el maestro de la co-
       munidad y se le cae alguna prenda, a él mismo le toca decidir, y no a
       la comunidad, acerca del destino que deba darse a su propio hábito;
       pero el maestro debe distribuirlo entre todos, pues si lo toma para sí
       solo, sin distribuirlo entre ellos  ni permitirles tampoco que decidan
       qué deba hacerse con él, no será verdadero prior, ni siquiera será tam-
       poco digno de que se le tenga por simple miembro de la comunidad,
       la cual, por lo tanto, tiene ya derecho a abandonarlo y ninguno de los
       novicios deberá seguir su dirección ni imitar su conducta, pues el to-
       mar el hábito para sí tuvo que obedecer a una de dos causas [103]:
       o bien a avaricia, o bien al deseo de ocultar alguna falta en el cum-
       plimiento de las reglas, que pudiera hacerle perder algo de su presti-
       gio a los ojos de la comunidad, y cualquiera que fuese la causa, ya el
       novicio no habría de sacar provecho de seguir a tal maestro, pues si
       lo hizo por avaricia, sería lo peor de todo lo malo: un sufí avaro; y
       si lo hizo por ocultar algo, será porque adolece de alguna enfermedad

         (1)  Alude a Dios.
   337   338   339   340   341   342   343   344   345   346   347