Page 344 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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Otras prescripciones del canto religioso  333
         No tienen derecho tampoco de disponer nunca del hábito de un
       extático que no sea de los que siguen su propia regla, ni del hábito de
       aquellos religiosos que no gustan de tal práctica, como sucede con los
       simples devotos y ascetas, cuando éstos asisten con los sufíes en co-
       mún al ejercicio del canto religioso. Si disponen, pues, a su arbitrio de
       una prenda de cualquiera de estos sujetos, se desvían del camino de
       Dios y pasan a ser de aquellos que devoran los bienes [104] del próji-
       mo sin derecho alguno, pues si permitimos anteriormente que eso lo
       hagan entre ellos mismos, es tan sólo porque con  tal práctica están
       todos conformes y ha venido a ser ya hasta práctica ritual, por común
       consentimiento que a todos place y de que todos gustan. Tan es así,
       que cuando a uno le devuelven el hábito, se altera y disgusta de vol-
       verlo a tener y hasta acaba por desposeerse de él.
         Es condición imprescindible de los sufíes dotados de espíritu ex-
       tático, es decir, de aquellos que llegaron ya a la meta de los místicos
       perfectos, que no permitan asistir en su compañía a las sesiones de
       canto religioso o de recitación de jaculatorias a ninguna persona de
       las que niegan o abominan del método sufí. Ni siquiera debe haber
       allí cosa alguna perteneciente a tales sujetos, sea una sandalia o un
       vestido o un jarro, etc., ni poco ni mucho, pues eso los privaría de las
       luces celestiales y perturbaría sus estados místicos. En uno de estos
       casos dijo Abuyezid  el mayor: "Yo encuentro en mí una angustiosa
       desolación. Buscad a ver cuál sea la causa." Y registraron el cuarto y
       encontraron que una de las sandalias de los asistentes, discípulos de
       Abuyezid, no era suya, sino que era de otra persona extraña, con quien
       equivocadamente se la habían cambiado en la mezquita. Preguntaron
       entonces por el dueño de la sandalia, hasta que lo encontraron, y he
       aquí que era uno de los que contradicen y niegan la vida mística.
          Es también condición inexcusable del que está en un determinado
       grado místico, que se ocupe tan sólo en lo que el estado presente de
       su espíritu reclama, dentro de aquel grado, pues se perturbará la pure-
       za y serenidad del alma, propia del estado presente en que se halla, si
       algún elemento, extraño a ese grado de perfección y propio de otro
       grado distinto, se introduce subrepticiamente. Así le acaeció a un gran
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