Page 338 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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El canto religioso con "testigo" 327
religioso, que en estos tiempos se usa, acompañados del testigo (1),
pues tal práctica no fué jamás propia de los sufíes, habiendo sido in-
troducida recientemente por gentes libertinas, que vienen del mundo a
la vida religiosa con vocación aparente tan sólo, sin que real y verda-
deramente la tengan, pues entran sólo atraídos por las riquezas de
las fundaciones piadosas, hechas en favor de los que siguen el cami-
no de Dios, es decir, los claustros y las rápitas, ya que ellos en reali-
dad son hombres corrompidos, perezosos e incapaces para todo, sin
religión, sin aspiraciones santas y sin virilidad; se revisten exterior-
mente con las apariencias de grandes ascetas, singularmente la apos-
tura mansa y tranquila y los hábitos cortos, y con estas apariencias y
tras la toma del hábito entran en el claustro, movidos únicamente del
deseo de gozar de los bienes lícitos e ilícitos que en el claustro en-
cuentran; practican allí el canto religioso como ejercicio de devoción
y piedad, aunque ellos son realmente de quienes toman la religión a
broma y por juego, y se sirven de los jóvenes imberbes para sus per-
versos propósitos y maldades. Al musulmán no le conviene en estos
tiempos tratar con tales gentes ni con maestro alguno espiritual que
enseñe la práctica del canto religioso o que ni siquiera hable de él, por
más que sea maestro sincero en sus estados místicos, pues esto último
le afecta a él exclusivamente, y como el tiempo en que vivimos está
corrompido, lo que conviene a todo fiel creyente es seguir en estas
materias discutibles la opinión más segura, pues si admite de primera
intención la licitud del canto religioso, es seguro que será porque ha-
laga su concupiscencia, ya que tal ejercicio no fué practicado corrien-
temente por los verdaderos amigos íntimos de Dios y los grandes dóc-
il) A juzgar por el contexto subsiguiente, parece aludir a la costumbre
introducida entre algunos sufies que practicaban el ejercicio espiritual del can-
to religioso, ayudándose, para facilitar la contemplación mística y caer en el
éxtasis, de la presencia de un joven imberbe, cuya belleza física pretendían ser-
virles de sugestión para pensar en Dios. Supongo que a ese joven lo denomina
aqui Abenarabi con el epíteto de "el testigo" (xáhid), aunque de tal tecnicis-
mo falten, que yo sepa, datos que comprueben su sentido en las obras sufies
que he podido consultar. Cfr. Massignon, La passion d'Al-Halláj, 174, 780, 796.