Page 322 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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La comunicación telepática con  el maestro.
       nar por la campiña, hasta que llegó a una mezquita derruida, donde
       el asno se detuvo. Apeóse  el maestro y entró en la mezquita, donde
       vió un sujeto que tenía la cabeza inclinada sobre su pecho. Dijo  el
       maestro: "Yo concebí de él un gran temor reverencial. Tras un breve
       rato, levantó su cabeza y he aquí que era un joven cuyo aspecto in-
       fundía, efectivamente, respeto y veneración,  el cual me dijo: "¡Oh,
       Abuyúsuf! Me ha ocurrido una duda de conciencia." Se la comunicó
       al maestro y éste se puso a discurrir sobre ella, hasta que agotó la
       materia. Después  le dijo con familiaridad: "¡Oh hijito mío! Siempre
       que  te ocurra alguna cosa, entra a  la ciudad y pregunta por [89]
       Abuyúsuf, a fin de que yo te la resuelva, y no vuelvas a molestarme."
       El joven, entonces, me dirigió una mirada y me dijo: "Cuando algo se
       me ocurra, encontraré debajo de cada piedra un Abuyúsuf como tú."
       Entonces me di cuenta—añadió el maestro—de que el novicio sincero
       es capaz de mover con su sola sinceridad al maestro."
          Debe también  el maestro educar desde  el principio, y antes que
       todo, la abnegación y abstinencia del novicio en lo tocante a la co-
       mida, pues éste es  el peligro, por antonomasia, de los novicios, los
       cuales, en su mayoría, son esclavos de sus vientres. Es imposible que
       la fe viva en la Divina Providencia se engendre en el alma del novi-
       cio en lo que atañe a su propio sustento, mientras  el maestro se lo
       costee. Para eso, debe el maestro además prohibirle que posea medios
       propios de subsistencia e instalarlo luego en una habitación que na-
       die sepa dónde está y apartada del paso de la gente. Allí debe aban-
       donarlo, en absoluta desnudez espiritual, a conversar con Dios en es-
       tado de pureza de intención. El maestro se limitará a procurarle  el
       sustento mediante la oración fervorosa, pidiéndole a Dios que se lo
       proporcione; y  si este medio le fallase, hágale llegar oculta y hábil-
       mente algún alimento. No digo cómo, porque si lo conociera el novicio,
       le dañaría el saberlo. De esta manera, si el novicio permanece en su
       retiro conversando con Dios en sinceridad, es seguro que Dios le abri-
       rá el tesoro de sus gracias, ya inspirándole de improviso y repentina-
       mente la fe viva en su providencia, ya enviándole algo que coma, hasta
       que esa fe viva le venga.
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