Page 365 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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        o utilidad religiosa. De aquí que si le preguntas al sujeto de este esta-
        do, te dirá: "He visto como si me hubiesen cubierto con un albornoz
        negro y una nube pasó sobre mis ojos y perdí el sentido." Y eso que
        el sujeto ha visto es el vapor ése que hemos dicho.
          El tercer estado, que ya es falaz, es aquel en que el sujeto conser-
        va el conocimiento de las personas circunstantes, sin perder tampoco
        la conciencia de sí mismo, ni la conciencia de su conciencia, ni el mo-
        vimiento. Principalmente acaece en las sesiones de canto religioso. El
        sujeto en estos casos es víctima de la sugestión diabólica, pues Satanás
        le inspira ciertas ideas para subyugarlo, y  así, todo cuanto  le viene
        a la mente se imagina que son ciencias, cuando en realidad son ve-
        nenos. No debe, por lo tanto, prestar atención a las voces interiores
        que en tal estado oiga el sujeto, pues son fruto de un estado satánico.
        En efecto: no está dentro de las facultades del demonio el privarte de
        la sensibilidad y el comunicarte entonces ideas que tú puedas entender;
        lo único que el demonio puede hacer es una de estas dos cosas, pero
        alternativamente, a saber: o bien privarte de  la conciencia, como al
        epiléptico, pero sin comunicarte idea alguna porque no encuentra en
        ti facultad capaz de aprehensión cognoscitiva, o bien no privarte de la
        conciencia y comunicarte ideas [215] porque posees conciencia de  ti
        mismo; en este segundo caso, comienza el demonio por revestir tu in-
        terior de algún fervor, de cierta ilusión fantástica y embriaguez extáti-
        ca que llega al extremo, así como también de cierta especie de prepa-
        ración para observar y atender; y una vez que el demonio conoce que
        ya es dueño de  ti en tal estado, se te comunica por medio de palabras
        interiores, que tú vas entendiendo a medida que llegan a tu alma y que
        luego relatas,  tal y como en  ti las encuentras o experimentas. Ahora
        bien, eso que tú entonces dices que has experimentado en ti es efectiva-
        mente auténtico y verdadero; lo que es falso es el atribuirlo a Dios. A
        veces, en medio de los discursos que el demonio te echa, te dice así:
        "¡Oh siervo mío! En verdad que yo soy tu señor. No mires a nadie más
        que a mí, pues te lo impediré. Ni me mires a mí, sino por medio de mí,
        pues si me miras por medio de ti, caes en el politeísmo, porque yo soy el
        que mira y  el que es mirado." Con estos y otros discursos semejan-
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