Page 370 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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El maestro espiritual y la iniciación ascética  359
       y observa escrupulosamente durante su ausencia todas las prácticas
       de veneración que le dabas estando presente.
          Cuando lo veas que se dispone a salir, no le preguntes adonde va,
       ni te permitas discurrir sobre sus actos. Si te pide alguna vez tu pare-
       cer sobre una cosa, respóndele que a él solo le compete opinar, pues
       si él te pide consejo no es porque lo necesite, sino únicamente por darte
       una prueba de afecto y por urbanidad. Cuando le veas que habita siem-
       pre en un lugar, no le digas palabra de ello, ni te pongas a pensar que
       es un hábito que ha contraído; y cuando se traslade de aquel lugar en
       que estaba de asiento, tampoco [230]  le llames la atención por ello.
         No busques interpretación misteriosa a las palabras de tu maestro,
       cuando te ordene algo o te diga simplemente alguna cosa; atente, por
       el contrario, al sentido literal de lo que le oigas y haz lo que te orde-
       na; pues aun en  el caso de que tengas plena seguridad de que es un
       error lo que te ordena, debes hacerlo sin inclinarte a interpretarlo en el
       sentido, contrario a la letra, que tú creas exacto, porque, aun acertan-
       do errarás, así como acertarás si dejándote de interpretaciones cum-
       ples a la letra lo que tu maestro te manda, aunque sea un error. Y es
       que entre nosotros la recta dirección en el camino de la perfección, así
       para  el novicio respecto de su maestro, como para éste respecto de
       Dios, no estriba en interpretar acertadamente las órdenes recibidas
       conforme a los dictados de la recta razón, sino que, por el contrario, el
       camino derecho consiste en obedecer  el mandato, sin interpretarlo ja-
       más. Y el misterio de esta norma es, a nuestro juicio, evidente y palma-
       rio en la presencia divina, porque cuantas veces interpretas las órdenes
       del maestro contra lo que literalmente expresan, o le dices "Me figuro
       que lo que quieres mandarme es tal cosa", puedes estar cierto de que
       andas para atrás, puesto que estás con tu amor propio. La mayor par-
       te de los que aspiran a la perfección  si fracasan, no es más que por
       esta causa, por usar de la interpretación personal, por seguir lo que les
       dicta su propia alma. La razón humana debe ser literalista en la vida
       espiritual, sin buscar sentidos esotéricos a los preceptos; antes bien,
       todo precepto debe entenderse como de necesidad absoluta y apre-
       surarse a cumplirlo, así que es promulgado.
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