Page 373 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
P. 373

362         Parte  1,1 1.— Textos: Tadbirat, 232, 233
        nes,  etc., debes recitarlos fijando  tu atención en  lo que  te ordena
        Dios y reconociendo los deberes que tu Señor  te impone, a  fin de
        tenerlos presentes en tu corazón para cumplirlos y observarlos. Al in-
        clinarte,  al levantarte, al postrarte y en general  al hacer cualquiera
        de los movimientos rituales, mírate como sujeto, por los cabellos, de
        la mano de Dios, y esta visión fugaz como un abrir y cerrar de ojos
        acallará toda reclamación presuntuosa de tu parte. Y así, hasta ter-
        minar la oración con "la paz" de rúbrica, y  al proferir esta saluta-
        ción  final, sigue pensando, como hasta entonces, que no existen en
        la realidad más que tú y tu Señor. Da, pues,  la paz a quien Dios
        mismo  te mande que se la des, es decir, a  ti mismo, como textual-
       mente lo dice el versículo aquél (Alcorán, XXIV, 61): "Y cuando en-
       tréis en las habitaciones, daos la paz a vosotros mismos, deseándoos
        de parte de Dios salud bendita y buena." Al volver luego a tu celda,
       saluda a Dios con dos inclinaciones. Y asimismo lo harás en todo lugar
       en que entres.
              4.°—ARTICULO SOBRE LA COMIDA Y LA BEBIDA

          No comas más que de lo que hay encima de la olla y eso sin har-
        tarte ni beber tampoco agua muchas veces. No comas con afectación
        y melindre, sino tomando cuanto necesites de alimento; pero tam-
        poco debes comer con voracidad, como quien  tiene hambre. Antes
        bien, toma un bocado mediano y, después de ponértelo en  la boca,
       mastícalo con fuerza, a la vez que interiormente digas: "En  el nom-
        bre de Dios", y así que lo hayas masticado, trágalo y da gracias a
        Dios que te lo ha dado. Extiende luego tu mano hacia otro bocado,
       di de nuevo "En el nombre [233] de Dios", como la vez primera, trá-
       galo y vuelve a dar gracias a Dios. Extiende entonces tu mano hacia
        otro bocado, y así hasta que satisfagas tu necesidad. Come de la par-
       te de la tortera que esté junto a  ti, aunque comas tú solo, a fin de no
        contraer un mal hábito de urbanidad. Guárdate de  la avidez y no
        mires ni a la cara ni a la mano de tu comensal. Mira, entretanto, con
        los ojos de tu corazón a la trascendencia absoluta de Aquel que da
   368   369   370   371   372   373   374   375   376   377   378