Page 376 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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La vida en común y sus peligros 365
eso también dicen los maestros de espíritu: "El que encuentra la fa-
miliaridad en la soledad y encuentra la desolación en el mundo, es
que su familiaridad está en la soledad y no en Dios, aunque él se
haga la ilusión de lo contrario." Lo mejor, pues, para el novicio es
que se aparte de la vida en común por completo y que ponga todo
su empeño en buscar un maestro de espíritu. Si lo encuentra, que no
ponga ya sus ojos más que en él y que no ande en compañía de sus
hermanos, los condiscípulos de su propio maestro, ni los trate o con-
verse con ellos, a no ser que el maestro se lo mande. Conviene, en
efecto, que el novicio huya de las gentes todas, así de las que llevan
su mismo género de vida, como de las otras, al modo de la fiera sal-
vaje que de todos huye, buscando así la familiaridad con solo Dios,
consagrado al ejercicio de la oración mental, para acordarse y ena-
morarse de El continuamente.
No cohabite, pues, ni trate con nadie; y si por acaso se viese for-
zado a vivir en compañía de otro, vigile atentamente qué es lo que
siente su alma respecto de su compañero: si cuando éste se ausenta,
siente su alma desolación y añoranza por el compañero, abandónelo
y quédese solitario; y si su compañero entonces le sigue y busca,
huya del país.
Dígase lo propio de su vestido y de su habitación: si siente que
su alma experimenta afición hacia el hábito que viste, véndalo y cóm-
prese otro, o, si no lo necesita, regálelo a cualquiera; y si a su ha-
bitación siente cariño, abandónela asimismo, y que no conserve cosa
alguna que de su corazón se haya adueñado en lo más mínimo, a fin
de que así venga el novicio a ser verdadero solitario en este mundo,
pues Dios no se revela al corazón que tiene familiaridad con las cria-
turas, ya con las que le sirven, ya con las otras.
Tanto es así, que si no fuese porque e! maestro es su médico y
porque éste es quien conoce la enfermedad que puede acarrear la
muerte espiritual del novicio, tampoco le sería lícito tratarlo; y si
lo trata, no debe ser como quien se familiariza con él, sino más bien
como quien aprende [236] de él, pues si el novicio se familiariza
con su maestro, le costará mucho más trabajo recorrer el camino