Page 383 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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372         Parte III.—Textos: Cuntí, 42, 43, 45, 53
        ser éste para él un ángel, que le inspira el bien, aunque en realidad
        fuera un demonio.

                   [3.°—DISTRIBUCION DEL TIEMPO]
          [43] Debes distribuir las horas del día y de la noche. Aquellas en
        las cuales la ley religiosa te obliga por precepto a ponerte en la pre-
        sencia de Dios, son las cinco horas asignadas para la oración ritual.
        En cuanto a las horas restantes,  si eres artesano y ejerces un oficio
        manual, procura con todo empeño trabajar, durante un día, cuanto ne-
        cesites para ganar la manutención de varios días, y al acabar la ora-
        ción del alba, no abandones la esterilla ritual en que has orado, hasta
        la salida del sol; igualmente harás, después de la oración de media tar-
        de, hasta que el sol se ponga. En esas horas intermedias de oración a
       oración ritual, permanece  allí rezando jaculatorias, con presencia de
        Dios y humilde sumisión, sin que pase un momento en que pierdas la
        presencia de Dios, orando así desde mediodía a media tarde y desde
        la puesta de sol a la hora de la cena, lo mismo que antes y después de
        esas horas, ejercitándote en rezos de devoción o supererogatorios. No
        te duermas, sino cuando el sueño te venza. Ni comas, sino por nece-
       sidad. Ni uses más ropa, que la indispensable para preservarte del frío
       o del calor, con la sola intención de cubrir tu desnudez y evitar todo
       daño físico que te prive de servir a tu Señor.

                 [4.°—LECTURA ESPIRITUAL MEDITADA]
          Si eres de los que saben  leer y  escribir, imponte  la obligación
       de recitar en esos ratos un trozo del Alcorán, poniendo el libro sobre
       tu seno, sujeto con  la mano izquierda, mientras con  la derecha va-
       yas pasando sobre las letras del texto, fija la vista en él y leyendo en
       alta voz, de modo que tú mismo te oigas. Mientras salmodias así el Al-
       corán, pide cuentas de tu conducta a tu alma, cuando  el sentido del
       versículo leído  lo reclame; y  si se trata de versículos que piden re-
       flexionar, medita;  e igualmente obrarás en cada caso, según lo que
       el versículo signifique, bien sea oración de súplica, bien acto de con-
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