Page 387 - El Islam cristianizado : estudio del "sufismo" a través de las obras de Abenarabi de Murcia
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                       [9.°—MANSEDUMBRE]

          [51] Cuida bien de reprimir la ira, que la mansedumbre es indicio
        de grandeza de alma. Si reprimes tu ira, agradarás al Misericordioso
        y encolerizarás a Satanás; domeñarás tu alma y la refrenarás; a la vez,
        infundirás la alegría en el corazón del prójimo, contra el cual no te en-
        colerizaste ni le castigaste por su mala acción; y eso será un enérgico
        estímulo para su alma, que le hará volver a su deber, a lo que pide la
        equidad, a confesar que  te maltrató injustamente. Hasta puede muy
        bien ser que su conducta tenga explicación que la justifique, y así te
        ponga en la situación de acogerlo amablemente. Obra así, pues, que
        ya  te  lo encontrarás en  tu balanza  el día del  juicio. Viene después
        otra ventaja de  la mansedumbre, que es la mayor y engendra en  el
        alma inmensa alegría, a saber: que si reprimes tu ira, tampoco te cas-
        tigará Dios por las acciones que hayas cometido y que provocan su
        cólera; en efecto, como tú refrenas la cólera que te produjo la ofen-
        sa del prójimo, Dios te premia esa buena acción perdonándote. ¿Cabe
        sacar acaso mayor fruto de tu misericordia para con  el prójimo y de
        la paciencia con que has soportado su ofensa y refrenado tu ira? Lo
        mismo que Dios quiere que tú hagas con tu prójimo, quiere también
        hacer El contigo. Esfuérzate, pues, por lograr esta virtud, cuya he-
        rencia es la caridad en los corazones de los hombres. El Profeta nos
        manda que nos amemos unos a otros. Y la mansedumbre es la más
        excelsa de las causas que conducen al amor perfecto.
                   [ 10."—MEDITACION DE LA MUERTE]
           [54] Debes desatar de tu corazón  el nudo de la pertinacia en  el
        pecado; pero esto no lo conseguirás, si no es diciéndole a tu alma, des-
        pués de emitir una respiración: "¡Oh alma!, el aliento que te haya de
        venir tras éste ¿vendrá o no vendrá? Quizá mueras en esta respiración,
        adherida contumaz al mal, y al que muere contumaz en el pecado, Dios
        le tiene reservados castigos tales y tantos, que ni los montes más fir-
        mes los podrían soportar. ¿Cómo, pues, los soportará quien es tan en-
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