Page 134 - Confesiones de un ganster economico
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para con la causa de la autodeterminación que nosotros mismos abrazamos
hace doscientos años. El colonialismo estaba tan de actualidad a la vuelta del
siglo (alrededor del 1900) como en 1775. Es posible que la ratificación de
semejante tratado pueda entenderse en el contexto de aquella época. Hoy
carece ya de justificación. No ha lugar al colonialismo en 1975. Nosotros, que
estamos celebrando nuestro bicentenario, deberíamos comprenderlo así y
actuar en consecuencia. 3
La publicación de este artículo fue una jugada atrevida por mi parte, sobre
todo porque era reciente mi nombramiento como socio de MAIN y se esperaba
que los socios evitaran a la prensa y, por supuesto, se abstuvieran de publicar
diatribas políticas en las páginas de opinión del periódico más prestigioso de
Nueva Inglaterra. Por el correo interior recibí montones de notas hostiles, la
mayoría anónimas, grapadas con recortes del artículo. En una de ellas reconocí
con toda seguridad la letra de Charlie Illingworth. Mi primer director de proyecto
llevaba diez años en MAIN y yo sólo cinco, pero a él todavía no le habían hecho
socio. En un lugar destacado de la nota había dibujado una calavera y las tibias
cruzadas. El mensaje sólo decía: «¿De veras han hecho socio de nuestra empresa
a este comunista?»
Bruno me llamó a su despacho y dijo:
— Este asunto te va a crear muchos disgustos. MAIN es una empresa bastante
conservadora. Pero quiero que sepas que tu actitud me parece muy astuta. A
Torrijos le encantará, supongo que ya le habrás enviado una copia. Bien. En
cuanto a esos graciosos de nuestra oficina, los que consideran a Torrijos
socialista, en el fondo no les importará un rábano con tal de que los contratos
sigan entrando.
Bruno tenía razón, como de costumbre. Estábamos ya en 1977, con Cárter en
la Casa Blanca, y las negociaciones sobre el Canal iban en serio. Muchas
competidoras de MAIN se habían equivocado de alianzas y no tenían nada que
hacer en Panamá, mientras nosotros teníamos trabajo a manos llenas. Y yo estaba
sentado en la recepción del hotel Panamá y había acabado de leer el artículo
publicado por Graham Greene en la New York Review ofBooks.
El articulo, «El país con cinco fronteras», era un texto atrevido que incluía un
comentario sobre los casos de corrupción entre la oficialidad superior de la
Guardia Nacional panameña. El autor señalaba que el mismo general había
confesado la concesión de privilegios especiales a muchos de sus colaboradores,
por ejemplo mejores viviendas, diciendo «si no los pago yo, lo hará la CÍA». La
implicación evidente era que las
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