Page 131 - Confesiones de un ganster economico
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                           Las negociaciones del Canal de Panamá
                                           y Graham Greene





                         A   rabia Saudí ha impulsado muchas carreras. La mía iba bien encaminada

                             desde antes, pero mis éxitos en el reino del desierto desde luego me abrieron
                         puertas nuevas. En 1977 me había montado un pequeño imperio que incluía un
                         equipo de unos veinte profesionales en nuestro cuartel general de Boston y una
                         pléyade de asesores de otros departamentos y despachos de MAIN diseminados
                         por todo el planeta. Me convertí en uno de los socios más jóvenes en la centenaria
                         historia de la compañía. Además de mi título de economista jefe, ostentaba el de
                         gerente de planificación económica y regional. Daba conferencias en Harvard y
                         otros lugares y los periódicos me pedían artículos sobre los acontecimientos de
                         actualidad. 1  Tenía un amarre para mi velero en el puerto de Boston al lado del
                         histórico acorazado Constitution, alias «Oíd Ironsides», el mismo que sirvió para
                         someter a los piratas berberiscos poco después de nuestra guerra de
                         Independencia. Cobraba un sueldo excelente y tenía participaciones que prometían
                         elevarme al selecto círculo de los millonarios antes de cumplir los cuarenta. Cierto
                         que mi matrimonio había fracasado, pero amenizaba mi tiempo con bellas y
                         fascinantes mujeres de varios continentes.
                            Bruno me propuso sus ideas para un planteamiento innovador en predicciones,
                         un modelo econométrico basado en la obra de un matemático ruso de comienzos
                         del siglo XX. El modelo consistía en asignar probabilidades subjetivas a las
                         predicciones de crecimiento de determinados sectores específicos de cualquier
                         economía. Parecía un instrumento ideal para justificar los exagerados índices de
                         crecimiento que solíamos presentar en apoyo de nuestros inflados créditos. Así
                         que Bruno me pidió que estudiase el concepto, a ver si me servía de algo.
                            Fiché para mi departamento a un joven matemático del MIT, el doctor
                         Nadipuram Prasad, y le asigné un presupuesto. A los seis meses tenía a punto un
                         desarrollo del método de Markov aplicado a los modelos


























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